martes, 2 de febrero de 2016

El Detective Cósmico en la Escuela Jaime Torres Bodet


El poeta y jefe del Departamento de Servicios Culturales de la Secretaría de Educación, Fernando Trejo, me invitó a presentar Biliyin en una escuela, como parte del programa "Lecturas al verso Libre". Sería para el 14 de octubre, fecha acordada. Despuès se comunicó conmigo una compañera de ese departamento para confirmar mi participación, y yo por supuesto que acepté. "Será en la Escuela Primaria Jaime Torres Bodet".


¿Primaria? Pregunté pero creo que de labios para dentro. Al otro lado de la línea solo se escuchaba el pitido del final de la llamada. Niños de primaria... está bien que hoy los niños sean tan modernos, pero Biliyin no es para leerles a niños de primaria. Entonces me puse en contacto con Fernando, para decirle que no leería cuentos de mi librillo, sino de otros autores con temàticas màs cercanas a los niños de cuarto año en adelante.


Se acercaba el fin de semana y con éste la visita de Neri Vela a San Cristóbal de Las Casas. Asistí a su conferencia y de las muchas cosas que habló, me marcó una en particular: la ilusión que le había hecho saberse el primer astronauta mexicano a mediados de los años ochenta, y que despuès de él llegó a pensar que vendrían muchos astronautas más, y la ciencia crecería en México. EL auge de la tecnología al servicio de los mexicanos, sumados a los proyectos de tecnologóa espacial propia.


¡Oh, desilusión! Nada de eso sucedió. Ni hubo más astronautas, ni hubo aumento del presupuesto a la ciencia en México, ni hubo una agencia espacial mexicana que generara proyectos para beneficio de la república. Todo se redujo a un "hombre con suerte", que cumplía con lo solicitado por los gringos para viajar en el transbordador Atlantis. Las escuelas se fueron olvidando de él, la sociedad también, y era por eso que al acercarse el treinta aniversario de su vuelo orbital, más que nunca se sentía comprometido con redoblar esfuerzos para la divulgación de la ciencia.


Entonces me dije a mi mismo: "Mi mismo, vamos a darle una manita al Neri", y fue así como modifiqué por completo la idea de ir a sentarme a leer cuentos. había decidido llevar el kamishibai, contarles la aventura de los molinos de viento, luego hablar de ellos, de cómo funciona un molino, de la energía eólica (Eolo), y de como gracias a la ciencia se podía aprovechar la energía que existe en la naturaleza. "La Fuerza", dijera Joda.


Sin más llegó el día indicado, me apersoné en la escuela, pedí una cancha, mesa y cuando me dijeron que eran más de sesenta alumnos les advertí que no se apreciaría bien, porque el kamishibai era pequeño. Que ya había avisado antes que era una actividad para un grupo. Me quedaron viendo con pena pero me confirmaron que no, que era para màs niños, y yo en el dilema, atrancamiento que uno de los profesores se encargo de desatrabancar: "Hágalo dos veces y ya está". ¡Pués claro! Dos veces dos, con tal... ya estaba ahi, ¿verdad? Y así sucedió: dos veces dos.


Comencé contando la historia del ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, y la paliza que le dio la energía eólica, ante la mirada impotente de Sancho, su fiel escudero. Tal vez no me crean, pero los niños se divirtieron con la aventura contada, y hasta ayudaron a realizar los efectos de sonido que acompañaban a cada escena. Luego de a poco fuimos entrando al terreno de los experimentos sencillos de cómo volar un coehete o mejor aún, cómo hacer una nube.

 Lo primero fue la nube,algo que ellos consideraban no era posible, y menos en una botella. Pero la magia de la ciencia y la presiòn dentro de un recipiente hicieron lo imposible. Los niños querían tocar la nube, sentirla, imagino queriendo constatar que de verdad era lo que parecía. Lo hicimos varias veces hasta que se acabó la carga de alcohol.


Las sonrisas eran de gusto. Se había cumplido la segunda de las tres actividades que les llevaba ese señor raro, con playera de luchador, calvo y de cola de caballo. Bueno, multiplique por dos las experiencias que le vaya relatando porque si bie recuerdan fueron dos veces dos. 


Llegó el momento de volar cohetes. Les preguntè si creían que podríamos hacer despegar un cohete desde la mismísima cancha de la escuela Jaime Torres Bodet, y el grito fue un o solo: ¡Sí! Entonces les presenté los diferemtes materiales que usaríamos para hacerlo realidad (en el caso de la nube también les fui mostrando cada uno de los elementos utilizados, y la manera de combinarlos, para que cuando volvieran de la escuela a casa, motiviaran a sus papàs o hermanos a realizarlo cuantas veces quisieran).


El momento esperado llegó. La cuenta regresiva no se hizo esperar. diez, nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres, dos, uno... despegue!... Despegue! Y pues nó no despegó cuando nosotros lo dijimos, sino cuando el carburante estuvo plenamente desarrollado, y entonces, segundos despuès a nuestra ultima mención de despegue, salió volando en línea recta hasta casi alcanzar el copo del hermoso árbol que nos cobijaba con su sombra.


¡Había volado! La tercera actividad y el prpósito general estaba cumplido, porque debo decirles algo, antes de que iniciara las actividades, al saludar a los niños les preguntè si alguien querìa ser cientìfico, cuando fuera mayor de edad. Y sólo cinco, a lo mucho, levantaron la mano. Pero despuès del exitoso despegue, y cumplidos otros despegues más, les preguntè si alguien se interesaba en ser científico cuando fuera mayor, y todos levantaron sus manos.


Aquella mañana habíamos inaugurado otra estación para el lanzamientos de cohetes ( y de sueños, ilusiones quizá por llegar a ser mayores y viajar al espacio, como lo imaginó Neri Vela lo harían las nuevas generaciones). Estaban emocionados porque sabían que ellos mismos podrían volar sus propios cohetes en sus casas.


Imagino alguno de esos niños llegará a sentir inquietud por la ciencia, y si así sucede, habremos cumplido el propósito de aquella mañana, una actividad mucho mejor que ir a leer Biliyin: eso puede esperar.


En las imágenes constatarán mi dicho, son fotos tomadas del sitio del Departamento de Servicios Culturales, porque mi presupuesto no me alcanza aún para contratar a mi propio fotógrafo, pero ni falta que hace.


Me quedé con las ganas de hacer más. Y estoy a la espera de la menor oportunidad para plantearle a Fernando Trejo la posibilidad de hacer un circuito de divulgación, para que más niños conozcan las muchas posibilidades que tiene la ciencia, y cómo ésta se vincula con la literatura y con las demàs materias. Es un todo que desfragmentado agoniza.


Gracias Fernando Trejo por la invitación y gracias también a tus colaboradores, y gracias al maestro que me aventó a la olla dos veces dos, y gracias al director de la escuela, por dejarque éste gordo barbón se metiera a cotorrear.

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