viernes, 29 de abril de 2016

Celebración del Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor


Me consta que no pertenecer a una agrupación, colectivo o gremio, te da libertad y mejores recompensas. El pasado día miércoles no fue la excepción. La cita era en un jardín de niños, en la unidad habitacional de nombre Ciudad Maya. Era una visita postergada por las diferentes grescas vividas en la ciudad de Tuxtla Gutiérrez.


En lo particular, no me había tocado compartir historias con niños de preescolar. Cuando la Oficina de Fomento me invitó, me hizo la precisión del público que estaría esa mañana disfrutando del día mundial del libro y del derecho de autor. Por supuesto que acepté, y les comenté que ya resolvería en el momento, cualquier circunstancia que se presentara. Algo era cierto: no iba a negarme.


No pregunté quién más iría, o que otras actividades llevarían a la escuelita. Días antes me enteré, chequen nomás qué alineación (ni el sistema solar tiene estas conjunciones, jejeje): Títeres La Matatena, Vientos Culturales, además de Estelita y mi madrina Liz, excelentes promotoras y talleristas de la Oficina de Fomento a la Lectura, de la Red Estatal de Bibliotecas Públicas del Estado.


Abrió plaza Jesús Matatena, con un viaje al Universo de la Imaginación, a través de una aventura donde se da inicio con una serie de ejercicios para socializar, bastante entretenidos. Después se subieron todos a una nave, y emprendieron el vuelo hacia el espacio, donde cruzaron portales dimensionales, conocieron nuevos mundos, con vegetaciones extrañas y otras formas de vida, regresando sanos y salvos hasta el patio de la escuela. ¡Toda una aventura!


Terminada la actividad, se realizaron dos talleres de fomento a la lectura dos salones, donde tuvieron una especial participación las madres de familia, quienes apoyaban a sus hijos para que los trabajos resultantes cumplieran su cometido: que los niños ejecutaran de principio a fin la mayoría de los pasos, y se apropiaran de la actividad. Pintaron, contaron historias, jugaron y después se dieron cita en la plaza central, para merendar su colación, mientras yo me alistaba para dar de gorgoritos con la increíble historia del Ingenioso Hidalgo, Don Quijote de la Mancha, y la Aventura de los Molinos de Viento.


No negaré que los nervios llegaron de súbito. Sí, Hugo "la Montaña" Montaño, sentía que el piso se le hundía. ¿Y por qué? En otros días puedo estar platicando alegremente ante quinientas personas (jóvenes y adultos) pero esa mañana sentía que las palabras nomás no fluían. Me reí, de lo absurda que resultaba la situación. Entonces descubrí la causa de mis angustias ¡No tenía una mesa para colocar el kamishibai! Entonces se me aclaró la sesera, igual que al Quijote, y me colgué el teatrino al cuello, con la correa que buenamente Marvey tuvo a bien colocar. Si me lo permiten, quiero decirles que fue el estreno del mundo mundial, la nueva manera de usar el kamishibai.

Lo demás fue pura sabrosura. El cuento fluyó de manera extraordinaria. Descubrí que mi aspecto de Montaña deforestada y maltratada hasta el hartazgo por las quemas, no intimidaba a los niños, al contrario, algunos bastante pequeños se acercaban a mi, acompañando mi relato, el cual fue breve pero con sustancia.

El broche de oro lo puso la obra de títeres El panadero y el Diablo, donde los chiquillos vivieron las peripecías de un pequeño panadero y un diablo abusón, que es burlado por sus propios métodos y mañas. Los niños rieron, gritaron, saltaron y se emocionaron con las peripecias y astucia del panadero, para vencer al mal.

Fue oxígeno puro el vivir esta experiencia con los pequeñines. Es verdad, querido amigo, todos los caminos llevan a la lectura... Por mejores días!

Todos los caminos llevan a la Lectura


Esta entrada tiene un sabor agridulce para mi. Atendí gustoso una invitación hecha por un compañero de la 7ma. Promoción de la Especialidad en Procesos Culturales Lecto Escritores, de la Facultad de Humanidades de la UNACH, aunque en la práctica no resultó todo lo bien que hubiera deseado.

No tengo más que agregar, aunque quisiera. La sabiduría popular lo explica mejor que yo: "Solo una vez se capa al cochi".
Por mejores días...

lunes, 18 de abril de 2016

Recuento de una lucha anunciada...



No existe fecha que no se cumpla, ni plazo que no se venza. El día viernes nos fuímos a la colonia Guadalupe Victoria, en el municipio de Villaflores. Tenía una cita con mi destino: una encarnizada lucha de máscara contra cejas, a dos de tres caídas sin límite de textos, mientras a Varios kilómetros de distancia, profesores de diferentes regiones tenían su propia batalla, infinitamente más dura y peligrosa.



Y ahora que escribo me doy cuenta que la letra "V" aparece constante (viernes, vencer, victoria, varios, Villaflores). ¿Acaso es "V", quien regresa una y otra vez, para ser el azote del sistema que mal gobierna? ¿"V" de Vendetta? ¿Venganza? Prefiero el ¡venceremos!... Pero acá otra interrogante: ¿Quién vence y quien es vencido? Lo cierto es que a la misma hora cuando la policía comenzaba el desalojo de los maestros, apostados en diferentes puntos de Tuxtla Gutièrrez y San Cristóbal de Las Casas, daba inicio también el Encuentro de Lectores, Zona 032, Sector 09, con sede en la Telesecundaria 128.


Hace màs de un año le preguntaba a mis compañeros de trabajo, si sabían quién era la persona más importante en el Consejo. Las respuestas fueron: "El director"... " el de finanzas"... "el jefe de recursos materiales"... "la coordinadora"... "Tú"... "Yo"... "¿Nosotros?". Fue claro que no sabíamos (ni sabemos) quién era la persona más importante. Es màs, me atrevo a pensar que alguna vez lo supimos, pero lo olvidamos por no sé qué maldita razón. 


La persona más importante es el público y el artista. Con entender esa breve aseveración nos ahorraríamos mucho tiempo, disgustos y hasta odios. ¿Quién es la persona más importante para la Secretaría de Educación? ¿Quién es la persona más importante para la Secretaría de Hacienda? ¿Quién, para las presidencias municipales? ¿Para los militares? ¿Para la policía? Ya preguntaré después.


Esa mañana de viernes, en la telesecundaria 128, las personas màs importantes fueron todos: alumnos, maestros, padres de familia, el vendedor de nieve, los mirones; todos. El Haragán Ramírez tuvo que dejar para una mejor ocasión su batalla, porque ahí debía de adaptarse, mutar de nuevo, y tratar de compartir con todos los asistentes sus propios asombros con relación a la lectura y la escritura. A través de mí persona, hicimos el acompañamiento de la actividad organizada por los compañeros maestros.


18 representantes de diferentes telesecundarias compartieron su experiencia lectora. Nos enseñaron sus libros y dejaron ver, entre líneas, sus gustos personales, sus creencias, su manera de pensar con relación a lo leído, y cómo lo vinculaban con su vida escolar y familiar. Se sabe que los lectores viven las aventuras que viven los personajes, y que terminan quedándose con un poco de ellos. Tambièn se sabe que cada alumnos es, de alguna u otra manera, un reflejo de sus maestros. Hubieron muchos títulos que se repitieron en la exposición, pero obedece a una cuestión de programa, de lectura "obligada" por decirlo de alguna manera, en el plan de estudios. Lo bueno será aventurarse a otras lecturas fuera del programa.


¿Cuáles fueron los temas que atraparon a los alumnos y demás público, que asistieron a este encuentro? El noviazgo, la sexualidad, la amistad. mencionaron títulos como Las batallas en el desierto, o el diario de Greg, entre otros. También apareció la ciencia, cosa que me dio mucho gusto en lo personal. Las intervenciones eran reguladas por uno de los profesores, quien desde un costado del escenario, les levantaba una bandera amarilla, señal de que se acercaban al final de su exposición. Hubo quienes fueron breves, y otros que, emocionados, se siguieron en la perorata, hasta que se les interrumpía, para pedirles terminaran de cerrar su exposición.


Mi intervención sería en dos momentos. El primero, una charla a los alumnos, padres de familia y profesores, y el segundo, un taller en una espacio cerrado, con la proyección de material seleccionado para compartirle a los alumnos participantes del encuentro, pero debido al tiempo de exposición y el formato diseñado por los maestros, tuve que cambiar la estrategia.


Una vez que las exposiciones finalizaron, agarré el micrófono (literal) para pedirles nos concentráramos bajo la carpa más grande, porque el amigo sol, antiguo y vil, estaba castigando macizo a quien se le atravesara. Mientras tanto resolví la ecuación matutina de la siguiente manera: contarles cómo me había hecho lector, luego contarles la aventura del Quijote y la aventura de los molinos de viento, y por último, realizar el taller de construcción de un kamishibai. En teoría pintaba bien, y así resultó. Me atrevo a decir más que bien.


¿Y cómo me hice lector? Tengo varios recuerdos, y varios culpables. Pero esa mañana conté de cuando conocí a una chica, que leía: Pregúntale a Alicia. Lo hacía en las horas libres y durante el recreo. En primero de secundaria casi ni me fijé en ella, pero en segundo grado las cosas fueron distintas. 

Una mañana de un día cualquiera de 1987 (sí, del siglo pasado) antes de irme corriendo a la cancha de fútbol, me quedé admirándo su cabello negro, grueso, y su perfil. Estaba concentrada leyendo el mentado libro. Salí despacio, sin dejar de mirarla. Fueron segundos cruciales, porque bastaron para quedarme atrapado, deseando que se fijara en mi. Claro, yo  tenía varias desventajas. 1. Era (soy) feo. 2. No leía. 3. Me encantaba el recreo. 



Compré una versión de Alicia, a un costado de la catedral de San Marcos. Luego, llegado el recreo, contrario a mis costumbres futboleras, me quedé dentro del salón, dispuesto a leer mi usado pero flamante libro. ¡Gasté dinero en un libro! Lo que hace el poder del amor... a la lectura, claro. Ella me vio de reojo, pero no me dijo nada. Fueron minutos eternos. La panza me gruñía de hambre, gruñó más cuando ella sacó su lonchera y se puso a comer su colación, mientras seguía leyendo. Resistí estóico no sólo el hambre, sino las mentadas de madre de mis compañeros de salón, y de equipo, quienes al término del recreo, me reclamaban que se había armado la reta con nuestros archirrequeterrecontraenemigos del segundo B, y que habían perdido, y que yo era el culpable de la derrota, por no haber bajado a la cancha a reforzarlos.


Yo no pude defenderme. De hacerlo, hubiera confesado que no había salido por quedarme a leer Pregúntale a Alicia, porque deseaba que "Ella" se fijara en mi. Hasta antes de conocerla mi relación con los libros no tenía ni pies ni cabeza. Pero ellos no iban a entenderme porque los jugadores de fútbol éramos unos consagrados a eso: sudar y sudar como marranos bajo el sol del medio día, tratando de emular a nuestros ídolos pamboleros. A media clase descubrí que "Ella" me observaba. La sorprendí, pero lejos de desviar la mirada, la sostuvo, y la acompañó con una media sonrisa, que yo sentí era el atisbo del paraiso prometido.


Dos recreos más me encontraba sentado al lado de "Ella", leyendo cada uno en voz baja, para despuès contarnos lo más interesante, y compartir puntos de vista con relación a si era cierto o no que una chica pudiera llegar a tanto, y que esto y lo otro, la verdad no recuerdo bien, porque ella hablaba más que yo, quien estaba embobado viendo sus labios gruesos, rojos, y esas pestañas enormes que enmarcaban sus ojos, negros como la noche. Poco me importaba lo que dijeran mis amigos al regresar del recreo. ¿Me hice novio de "Ella"? No, pero me hice lector, que no es poca cosa, jejeje.


Tampoco recuerdo si terminé de leer "Pregúntale a Alicia", pero si recuerdo haber conocido varios libros más de esa "saga", que aún recuerdo con cariño. Luego vinieron más libros, variados, de "letritas" e "ilustrados". Leí por curiosidad, sin la obligación de especializarme en un tema o autor. Igual leía RIUS que la colección del Time Life, revistas o periódicos. Le entré a todo, y sin medida.


Lo segundo fue el inicio del taller, para lo cual debíamos de readaptar el espacio, y así disfrutar ( o padecer ) de la historia del Kamishibai, la cuál conté lo mejor que pude, para hacerlo divertido. Algo se logró.


Después, con ayuda de mi carnal Fede (profesor Herrera Carbajal, para los trámites que correspondan) se repartió el material para la elaboración de un kamishibai, con material reciclado: cartón. Felizmente tuvimos "colados", que hicieron se cortara más material. No hubo problema: lo que más sobra es cartón.


Los chicos, asistidos varios de ellos por sus padres y maestros, se dieron a la tarea de elaborar sus propios kamishibai, y por falta de tiempo, quedó el compromiso de enseñarnos las fotos de los acabados que les dieran a éstos, y de las historias que cada uno de ellos dibujara.


Yo fui feliz (una vez más) y quedé contento por haber compartido algo que a su vez me fue compartido, porque de todos es. Un escenario portátil, recurso pedagógico bastante eficiente. Varios compañeros maestros se acercaron a tomarle fotos al kamishibai, y a preguntar de qué otros materiales se podrían hacer, entre otras dudas.


 En suma, se cortó cuarenta y cuatro marcos, cuarenta y cuatro puertas y más de trescientas tiras de cartón, además de consumirse más de medio litro de pegamento.


Gracias al apoyo de la oficina de fomento a la lectura, al mando de mi amigo Ramón Martínez Mancilla, llevé veinte revistas de Biblioteca de México, para regalar a los chicos que expusieron sus experiencias con la lectura.


Fue grato hallar que también se repartirían libros de Octavio Paz, por una cortesía de la Secretaría de Educación. Eran ejemplares de excelente manufactura, tanto de poesía como de análisis de su obra y biografías.


Fue una mañana de muchos libros y posibles nuevos lectores. Fue también una mañana de noticias encontradas, rumores sobre los sucesos entre policiás y profesores, y la incertidumbre silenciosa.


¿Quién es la persona más importante? El pueblo, sin duda.  



No dejo de sentir cierto disgusto entre los recuerdos, ahora, de esa mañana de viernes.


¿De qué sirve leer? ¿Es verdad que leyendo podemos transformar nuestra realidad? O quizá leyendo, esa realidad no solo la transformamos, sino que la hacemos más injusta, menos equitativa y más mezquina.


¿Para qué sirve un libro? ¿Para atrancar puertas y emparejar muebles?


¡Lo leo y no lo creo... ni lo creeré!


Por mejores lectores...

jueves, 14 de abril de 2016

¡ENCUENTRO DE LECTORES NOVÍSIMOS!

El día de mañana viernes 15 de abril, en punto de las 8 de la mañana, da inicio el Encuentro de Alumnos Lectores, de la zona escolar 032. Usted se dirá: como que "alumnos lectores", si son alumnos deben de ser lectores, a fuercitas. Pero no, queridos internautas. Si acaso merece una explicación, sería el siguiente dicho: "No es lo mismo, pero es igual".

Si quedó usted igual o más confundido que antes, no se aflija. El día lunes le contaré de los acontecimientos, cual si fuera un capítulo de la afamada novela de don Miguel de Cervantes Saavedra, a quien se celebra en próximos días, junto a William Shakespeare.

Que si esto que si lo otro, acà les dejo el cartel que me mandó el Haragán Ramírez, porque estará dando de gorgoritos allà:


martes, 5 de abril de 2016

Escuela Telesecundaria "24 de febrero" / Patria Nueva



Mientras que si esto o que si lo otro, me lancé a la Escuela Telesecundaria Número 21 (que recien fue nominada como "24 de febrero), a invitación de Liliana Elizabeth, estudiante de la Especialidad en Procesos Culturales Lecto Escritores (7ma. promociòn), de la Universidad Autónoma de Chiapas. La idea central: contarles què era un kamishibai, de què partes se componìa, y cuàl era la razón de su existir, desde hace muchos siglos, en China.


Antes de eso, me presenté, y les dije que yo tenía muchos nombres, y comencé a decirles que alguna vez fuí Miguel de cwervàntes Saavedra, el capitàn Ahab, o el capitán Nemo... o Gregorio Samsa. Con éste último personaje, imaginamos cómo sería nuestra vida, si un día, al despertarnos, nos encontràramos con la sorpresa de que nuestro cuerpo había mutado en un insecto plano, de patas pilosas y largas antenas. Y peor aun, que nuestros padres nos llamaran para ir a desayunar, y que tratáramos de abrir la puerta, sin èxito, porque nuestras patas serían apenas dos extensiones pilosas, sin poder articular palabras para hacernos escuchar...  


Despuès les hablè del origen del kamishibai, de cómo los artesanos dulceros se valían de esa herramienta para vender más dulces, al ir de barrio en barrio, anunciandi su llegada y después de un perifoneo a voz en cuello, recibir en una esquina estartègica la visita de los niños, quienes compraban gustosos sus caramelos, y luego se buscaban el mejor lugar para escuchar al vendedor, quien les contaría las más bellas historias que puedan imaginar.


Les pregunté con què personaje se identificaban o recordaban, aunque no se identificaran con él. Las respuestas no fueron tan variadas, màs bien escasas, destacando los personajes de Goku o Vegueta. Tímidas, dos niñas nos contaron que ellas sí estaban leyendo historias, y nos hicieron una reseña de sus lecturas. Los demás, escucharon no sin demostrar cierto fastidio. Les comentè que el leer les permitiría (si así lo deseaban) vivir muchas aventuras. Y que la escritura les ayudaría a liberar esas historias para ser conocidas por otros, en otros tiempos y territorios.


Debido a la premura del tiempo, les expliquè de manera ràpida cuál era el propósito de la actividad en esa mañana: contsruir su propio Kamishibai. repartimos el material consistente en cartón reciclado, adaptado para ser untilizado con hojas tamaño oficio. Las puezas eran: dos marcos de cartón, dos piezas rectangulares que serían las puertas del teatrino, y muchas tiras de cartón de 2 centímetros, para hacer la estructura que une a los dos marcos, dándole profundidad y rigidez a las piezas, además de entregarles pegamento y hojas para unir las puertas a los marcos. El proceso se puede distinguir en las fotos que acompañan esta entrada.


De a poco se fueron interesando, aunque no en la misma medida, lo que resultó en kamishibai con distinto acabado.


Se repartieron la elaboración y acabado de las piezas. Unos dieron estructura a los marcos mientras que otros unían las puertas, para despuès ensamblarlos, dando el acabdo final de lus teatrinos.


Aclaramos que este solo era la primera mano, es decir, que faltaba hacerle los acabados, los detalles finos, el toque con la personalidad de cada uno de ellos.


Son elementos muy sencillos los utilizados para la elaboración de estos artefactos, además de ser un modelo bastante rústico, que podrían replicar ellos en sus casas, sin dejar de cumplir con su función primigenia.


Antes de ésto no lo conocían más que dos chicas, cosa que confirma el escaso o nulo uso pedágogico de éste elemento que puede, de alguna manera, dinamizar el modo de aprender entre los alumnos, a través de la representación gráfica.


 Se les repartió diez hojas tamaño oficio a cada uno, con el compromiso de volver con los kamishibai personalizados, y una historia que alguno de ellos quisera compartirnos, ya fuera del dominio público, alguna anécdota, algun pasaje de una obra literaria, una película, entre otros menesteres.


En esta ocasión en particular, no se pudo socializar antes con los maestros en general, sino que se hizo (y se hace) el desarrollo de las actividades, a través del director de la telesecundaria.


Por último, se contó la aventura de los molinos de vuento, primeramente por la compañera Liliana Elizabeth, y despuès por una alumna, quien de manera espontànea se aventuró a contar la historia sin conocer el texto del cual fue sacado. 


Una vez terminado de conrtar el cuento, les expliquè cómo había realizado los dibujos y la selección de la aventura. les enseñè los dibujos, se los "rolé" para que vieran lo sencillo que era elaborarlos: papel cartulina, acuarela y ganas de dibujar.


Sin temor a equivocarme, considero que màs de cuatro se fueron interesados en continuar con la actividad, porque hablaban de cómo realizarían los acabados de los teatrinos, para embellecerlos.


Lo mejor es que fue algo producido por ellos mismos, que de sus manos se fue formando un elemento más para la promoción de la lectura y de la escritura, sin proponérselo. 


Ganaremos a un cuenta cuentos de ésta actividad, seguro que sí, solo que deberemos volver, para afianzar ésta dinamica con un tallercito de creación literaria.


Yo, como casi siempre, fui feliz mientras duró, aunque despuès quede el espacio para la reflexión y el análisis, que me dice que esto no tiene ni un comienzo ni un final, está siempre en proceso contínuo, y que solo es cuestión de saber el momento preciso para subirse a la ola, y acompañar por unas horas a cualquier chico de cualquier escuela en ésto de la promociòn de la lectura y la escritura.


Por mejores lectores....

 (lo leo y no lo creo...)


Acá una pequeña muestra de los resultados: