lunes, 18 de abril de 2016

Recuento de una lucha anunciada...



No existe fecha que no se cumpla, ni plazo que no se venza. El día viernes nos fuímos a la colonia Guadalupe Victoria, en el municipio de Villaflores. Tenía una cita con mi destino: una encarnizada lucha de máscara contra cejas, a dos de tres caídas sin límite de textos, mientras a Varios kilómetros de distancia, profesores de diferentes regiones tenían su propia batalla, infinitamente más dura y peligrosa.



Y ahora que escribo me doy cuenta que la letra "V" aparece constante (viernes, vencer, victoria, varios, Villaflores). ¿Acaso es "V", quien regresa una y otra vez, para ser el azote del sistema que mal gobierna? ¿"V" de Vendetta? ¿Venganza? Prefiero el ¡venceremos!... Pero acá otra interrogante: ¿Quién vence y quien es vencido? Lo cierto es que a la misma hora cuando la policía comenzaba el desalojo de los maestros, apostados en diferentes puntos de Tuxtla Gutièrrez y San Cristóbal de Las Casas, daba inicio también el Encuentro de Lectores, Zona 032, Sector 09, con sede en la Telesecundaria 128.


Hace màs de un año le preguntaba a mis compañeros de trabajo, si sabían quién era la persona más importante en el Consejo. Las respuestas fueron: "El director"... " el de finanzas"... "el jefe de recursos materiales"... "la coordinadora"... "Tú"... "Yo"... "¿Nosotros?". Fue claro que no sabíamos (ni sabemos) quién era la persona más importante. Es màs, me atrevo a pensar que alguna vez lo supimos, pero lo olvidamos por no sé qué maldita razón. 


La persona más importante es el público y el artista. Con entender esa breve aseveración nos ahorraríamos mucho tiempo, disgustos y hasta odios. ¿Quién es la persona más importante para la Secretaría de Educación? ¿Quién es la persona más importante para la Secretaría de Hacienda? ¿Quién, para las presidencias municipales? ¿Para los militares? ¿Para la policía? Ya preguntaré después.


Esa mañana de viernes, en la telesecundaria 128, las personas màs importantes fueron todos: alumnos, maestros, padres de familia, el vendedor de nieve, los mirones; todos. El Haragán Ramírez tuvo que dejar para una mejor ocasión su batalla, porque ahí debía de adaptarse, mutar de nuevo, y tratar de compartir con todos los asistentes sus propios asombros con relación a la lectura y la escritura. A través de mí persona, hicimos el acompañamiento de la actividad organizada por los compañeros maestros.


18 representantes de diferentes telesecundarias compartieron su experiencia lectora. Nos enseñaron sus libros y dejaron ver, entre líneas, sus gustos personales, sus creencias, su manera de pensar con relación a lo leído, y cómo lo vinculaban con su vida escolar y familiar. Se sabe que los lectores viven las aventuras que viven los personajes, y que terminan quedándose con un poco de ellos. Tambièn se sabe que cada alumnos es, de alguna u otra manera, un reflejo de sus maestros. Hubieron muchos títulos que se repitieron en la exposición, pero obedece a una cuestión de programa, de lectura "obligada" por decirlo de alguna manera, en el plan de estudios. Lo bueno será aventurarse a otras lecturas fuera del programa.


¿Cuáles fueron los temas que atraparon a los alumnos y demás público, que asistieron a este encuentro? El noviazgo, la sexualidad, la amistad. mencionaron títulos como Las batallas en el desierto, o el diario de Greg, entre otros. También apareció la ciencia, cosa que me dio mucho gusto en lo personal. Las intervenciones eran reguladas por uno de los profesores, quien desde un costado del escenario, les levantaba una bandera amarilla, señal de que se acercaban al final de su exposición. Hubo quienes fueron breves, y otros que, emocionados, se siguieron en la perorata, hasta que se les interrumpía, para pedirles terminaran de cerrar su exposición.


Mi intervención sería en dos momentos. El primero, una charla a los alumnos, padres de familia y profesores, y el segundo, un taller en una espacio cerrado, con la proyección de material seleccionado para compartirle a los alumnos participantes del encuentro, pero debido al tiempo de exposición y el formato diseñado por los maestros, tuve que cambiar la estrategia.


Una vez que las exposiciones finalizaron, agarré el micrófono (literal) para pedirles nos concentráramos bajo la carpa más grande, porque el amigo sol, antiguo y vil, estaba castigando macizo a quien se le atravesara. Mientras tanto resolví la ecuación matutina de la siguiente manera: contarles cómo me había hecho lector, luego contarles la aventura del Quijote y la aventura de los molinos de viento, y por último, realizar el taller de construcción de un kamishibai. En teoría pintaba bien, y así resultó. Me atrevo a decir más que bien.


¿Y cómo me hice lector? Tengo varios recuerdos, y varios culpables. Pero esa mañana conté de cuando conocí a una chica, que leía: Pregúntale a Alicia. Lo hacía en las horas libres y durante el recreo. En primero de secundaria casi ni me fijé en ella, pero en segundo grado las cosas fueron distintas. 

Una mañana de un día cualquiera de 1987 (sí, del siglo pasado) antes de irme corriendo a la cancha de fútbol, me quedé admirándo su cabello negro, grueso, y su perfil. Estaba concentrada leyendo el mentado libro. Salí despacio, sin dejar de mirarla. Fueron segundos cruciales, porque bastaron para quedarme atrapado, deseando que se fijara en mi. Claro, yo  tenía varias desventajas. 1. Era (soy) feo. 2. No leía. 3. Me encantaba el recreo. 



Compré una versión de Alicia, a un costado de la catedral de San Marcos. Luego, llegado el recreo, contrario a mis costumbres futboleras, me quedé dentro del salón, dispuesto a leer mi usado pero flamante libro. ¡Gasté dinero en un libro! Lo que hace el poder del amor... a la lectura, claro. Ella me vio de reojo, pero no me dijo nada. Fueron minutos eternos. La panza me gruñía de hambre, gruñó más cuando ella sacó su lonchera y se puso a comer su colación, mientras seguía leyendo. Resistí estóico no sólo el hambre, sino las mentadas de madre de mis compañeros de salón, y de equipo, quienes al término del recreo, me reclamaban que se había armado la reta con nuestros archirrequeterrecontraenemigos del segundo B, y que habían perdido, y que yo era el culpable de la derrota, por no haber bajado a la cancha a reforzarlos.


Yo no pude defenderme. De hacerlo, hubiera confesado que no había salido por quedarme a leer Pregúntale a Alicia, porque deseaba que "Ella" se fijara en mi. Hasta antes de conocerla mi relación con los libros no tenía ni pies ni cabeza. Pero ellos no iban a entenderme porque los jugadores de fútbol éramos unos consagrados a eso: sudar y sudar como marranos bajo el sol del medio día, tratando de emular a nuestros ídolos pamboleros. A media clase descubrí que "Ella" me observaba. La sorprendí, pero lejos de desviar la mirada, la sostuvo, y la acompañó con una media sonrisa, que yo sentí era el atisbo del paraiso prometido.


Dos recreos más me encontraba sentado al lado de "Ella", leyendo cada uno en voz baja, para despuès contarnos lo más interesante, y compartir puntos de vista con relación a si era cierto o no que una chica pudiera llegar a tanto, y que esto y lo otro, la verdad no recuerdo bien, porque ella hablaba más que yo, quien estaba embobado viendo sus labios gruesos, rojos, y esas pestañas enormes que enmarcaban sus ojos, negros como la noche. Poco me importaba lo que dijeran mis amigos al regresar del recreo. ¿Me hice novio de "Ella"? No, pero me hice lector, que no es poca cosa, jejeje.


Tampoco recuerdo si terminé de leer "Pregúntale a Alicia", pero si recuerdo haber conocido varios libros más de esa "saga", que aún recuerdo con cariño. Luego vinieron más libros, variados, de "letritas" e "ilustrados". Leí por curiosidad, sin la obligación de especializarme en un tema o autor. Igual leía RIUS que la colección del Time Life, revistas o periódicos. Le entré a todo, y sin medida.


Lo segundo fue el inicio del taller, para lo cual debíamos de readaptar el espacio, y así disfrutar ( o padecer ) de la historia del Kamishibai, la cuál conté lo mejor que pude, para hacerlo divertido. Algo se logró.


Después, con ayuda de mi carnal Fede (profesor Herrera Carbajal, para los trámites que correspondan) se repartió el material para la elaboración de un kamishibai, con material reciclado: cartón. Felizmente tuvimos "colados", que hicieron se cortara más material. No hubo problema: lo que más sobra es cartón.


Los chicos, asistidos varios de ellos por sus padres y maestros, se dieron a la tarea de elaborar sus propios kamishibai, y por falta de tiempo, quedó el compromiso de enseñarnos las fotos de los acabados que les dieran a éstos, y de las historias que cada uno de ellos dibujara.


Yo fui feliz (una vez más) y quedé contento por haber compartido algo que a su vez me fue compartido, porque de todos es. Un escenario portátil, recurso pedagógico bastante eficiente. Varios compañeros maestros se acercaron a tomarle fotos al kamishibai, y a preguntar de qué otros materiales se podrían hacer, entre otras dudas.


 En suma, se cortó cuarenta y cuatro marcos, cuarenta y cuatro puertas y más de trescientas tiras de cartón, además de consumirse más de medio litro de pegamento.


Gracias al apoyo de la oficina de fomento a la lectura, al mando de mi amigo Ramón Martínez Mancilla, llevé veinte revistas de Biblioteca de México, para regalar a los chicos que expusieron sus experiencias con la lectura.


Fue grato hallar que también se repartirían libros de Octavio Paz, por una cortesía de la Secretaría de Educación. Eran ejemplares de excelente manufactura, tanto de poesía como de análisis de su obra y biografías.


Fue una mañana de muchos libros y posibles nuevos lectores. Fue también una mañana de noticias encontradas, rumores sobre los sucesos entre policiás y profesores, y la incertidumbre silenciosa.


¿Quién es la persona más importante? El pueblo, sin duda.  



No dejo de sentir cierto disgusto entre los recuerdos, ahora, de esa mañana de viernes.


¿De qué sirve leer? ¿Es verdad que leyendo podemos transformar nuestra realidad? O quizá leyendo, esa realidad no solo la transformamos, sino que la hacemos más injusta, menos equitativa y más mezquina.


¿Para qué sirve un libro? ¿Para atrancar puertas y emparejar muebles?


¡Lo leo y no lo creo... ni lo creeré!


Por mejores lectores...

No hay comentarios:

Publicar un comentario