miércoles, 12 de octubre de 2016

LEER NOS HACE CRECER / COMITÁN, DEL 07 AL 09 DE OCTUBRE


Continuando con el festival de la lectura, organizado por el Lic. Ramón Martínez Mancilla, jefe de la oficina de fomento a la lectura, y su destacado equipo de colaboradores, nos apersonamos en la hermosa ciudad (ya les dije que es mi patria chica?) de Comitán de Domínguez. Estaba ahí para compartir de nuevo estrategias de promoción lectura y de escritura, con ¡LO LEO Y NO LO CREO!

Al igual que en la ciudad de Tapachula, decidimos dar inicio con lo que era y lo que no era una Sala de Lectura, y lo que era la mediación lectora. Con más de veinticinco asistentes, les compartimos estrategias lectoras, luego escribimos y ensayamos palabrarismos, replicando el ejercicio visto a Antonio Ramos Revillas, donde se intervenían de manera lúdica, refranes y dichos populares. En Tapachula hicimos eso además de la intervención de dichos, pero de manera libre. En Comitán fue buscar las palabras clave de los refranes, y se sustituyeron por palabras como libros, leer, lectores, netre otras de un mismo campo semántico con relación a los libros y los lectores.

Leímos y redescubrimos los cuentos de Luis María Pesseti, del multicitado libro Nadie te creería. Cada uno tuvo su oportunidad de experimentar de leer y releer el cuento asignado, y descubrir las argucias de Pesseti para conseguir nuevos lectores, a lo Julio Cortázar. Se reflexionó y se opinó sobre cómo podría plantearse dichos textos para nuevos lectores, o posibles lectores de las incipientes salas de lectura, que buscan abonar el gran anhelo de conseguir crear ciudades lectoras, buscando hacer de México un país lector, que a su vez pueda sacudirse la modorra, la indiferencia con lo que les rodea.

Después realizamos experimentos de vuelo. Desde una nube dentro de una botella, el vuelo de un avión con elementos simples, hasta cohetes propulsados por reacción química, materiales caseros, al alcance de cualquier cocina de casa. Fueron todos los experimentos exitosos, y se logró despertar de alguna manera el lado divertido de la ciencia casera, y más de uno me dijo que lo realizaría primero con sus hijos, sobrinos o vecinos, y que por supuesto, sería el principio de las actividades que luego los llevaran a leer a Julio Verne, o a Bradbury, o a las películas de Melies... tantas las posibilidades como la importancia empeñada en eso.


Fueron cuatro horas de ejercicios de lectura y escritura, que no se sintió el paso del tiempo. No me quedé al cierre de los talleres, pero sé de buena fuente que a más de uno le agradó, y hasta se atrevió a decir que lo replicaría en su sala de lectura. Yo quedé encantado, porque en el fondo sabía que había ganado, entre ellos, algún nuevo mediador... Por mejores lectores.

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