miércoles, 12 de octubre de 2016

SEMAFORO: EL FOMENTO A LA LECTURA


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Exal Baltazar Juan Avila/APyPM
VERDE
Para incentivar la lectura en nuestro país se crearon las salas de lectura, en un principio parecían ser solo un apoyo para las bibliotecas públicas, pero con el tiempo han tomado la forma de entes alternos, distintas una de otra.

Al frente de cada sala de lectura, se encuentran los mediadores de lectura, hombres y mujeres con vocación en ello; quizá usted, estimado lector, ha oído hablar de las salas de lectura, tal vez ya tuvo la oportunidad de entrar a una (al menos para ver qué hay),¿se ha preguntado cómo se forman los mediadores de lectura?
Comenzamos con empirismos, como se inicia el hombre en la mayoría de las cosas, es común al principio ver a un mediador o promotor de la lectura caminando casi a ciegas, con una pequeña idea acerca de los métodos para lograr que la gente lea, algunos al principio, como Hugo Montaño, incentivan a nuevos lectores sin saber si quiera el nombre de ello, el descubrimiento del programa de salas de lectura, los diplomados, cursos y talleres vienen después.
Hugo Montaño es un profesor de literatura, además de escritor, con mucho interés por formar ávidos lectores, una inquietud surgida por su deseo de transmitir a los demás ese método soñado de enseñanza, en sus palabras: “Intentaba hacerlo como me hubiera gustado que lo hubieran hecho…”. Para él, quien ahora imparte talleres de formación para  promotores de lectura, entre otras cosas, esto no es un trabajo, tampoco un modo de vida, sino su propia forma de ser feliz.
Con un taller ameno, y técnicas poco comunes en Tapachula, se presentó al curso impartido en nuestra ciudad del veintiséis al veintiocho de septiembre del año en curso, gracias al Licenciado Ramón Mancilla, jefe del Departamento de Fomento a la Lectura de la Dirección de la Red Estatal de Bibliotecas Públicas de CONECULTA. Todo esto con la finalidad de pulir las habilidades de los mediadores de lectura de Tapachula.
No obstante la enseñanza acerca del arte para crear lectores, impartió también un par de preceptos acerca de inducir a los infantes en el mundo de la ciencia, pequeños experimentos capaces de asombrar a chicos y grandes, quien sabe, tal vez Chiapas ya tiene un Beakman mexicano, de anteojos, barba espesa e interesantes playeras.
AMARILLO
Añadió el profesor Montaño algo muy importante: “Así como los hijos son el reflejo de sus padres, los alumnos son el reflejo de sus maestros y de los que dirigen salas de lectura, colmenas y demás, todos los que asistan a esa sala van a ser el reflejo del mediador.”
¿Qué dicen de nosotros los lectores? Tenemos mucho por hacer, eso dicen, en nuestra ciudad, llegan a la sala de lectura casi siempre las mismas personas, estamos fomentando en ellos la lectura, si, los apoyamos en su camino para leer más (sin gastar un peso), contribuyen algunos en la superación personal, empoderamiento, a romper paradigmas y cultivarlos, pero no basta con eso, no es igual tener a cien personas en una ciudad leyendo, a tener en ello a la ciudad completa, no digo que se pueda de la noche a la mañana, para nada, pero debemos ir más allá, trabajar en el aspecto de formar un mayor número de lectores, pues si uno inicia y como mediadores logramos infundirle un auténtico amor por los libros, seguirá adelante por sí mismo, volverá a la sala y si por azares del destino ya no puede acudir a la nuestra, buscará otra y habremos cumplido nuestra labor.
ROJO
Si bien estos talleres y las salas de lectura apoyan mucho el fomento de la cultura, aportan una mejora en la educación y aumentan cada año, aun no es suficiente. México ocupa uno de los últimos lugares en materia de lectura a nivel mundial.
El profesor Hugo Montaño comentaba la necesidad de lograr ciudades lectoras, dijo: “es necesario formar ciudades lectoras, porque así México será un país lector.”
Entre las ideas contenidas en su creativo cerebro se encuentra una propuesta: “Yo creo que en la canasta básica debería haber un libro, aparte de una lata de atún y una bolsa de arroz debería haber un libro”. Por desgracia, él mismo encontró respuesta a su idea: “Jamás lo va a hacer el gobierno, pero debería y también deberían los papás comprarle a un niño el libro que quiera”.
Respecto a lo último, ¡Cuánta razón tiene! A decir verdad, los niños y los adolescentes no suele hacer las cosas solo porque alguien les dice que lo hagan, no toman de buena gana una orden y hacer  algo bajo el precepto de obligación no es tener gusto ni hábito por ello y cuando algo no nos gusta, tampoco lo hacemos plenamente, pues no es lo mismo obligar a un niño a comerse las verduras y descubrirlo tirándolas a escondidas, a oírlo pedirlas, disfrutarlas con una sonrisa y comer hasta la cáscara.
En vista de ello es de suma importancia conseguir en niños y jóvenes un verdadero gusto por la lectura, pero si los obligamos a leer algo cuyo contenido no les parece interesante, solo lograremos el efecto contrario. Es cierto, hay lecturas no apropiadas para ciertas edades, en ese caso, el padre debe fungir como un consejero, presentar una opción distinta, o bien, permanecer al lado de su descendiente para responder cada duda respecto a la lectura, en lugar de censurarlo y si tanto es, pues mantengan  a sus hijos en la sección de niños o la de adolescentes, según sea el caso.

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