miércoles, 11 de septiembre de 2019

¡Basta de cuentos! / Escuela Primaria José Emilio Grajales / Casa de las Artes Corazón Borraz



¡Basta de cuentos!, dijimos alguna vez la doctora Haide Zúñiga y YoMeroMaromero. Fue cuando construíamos nuevas estrategias de acompañamiento lectoescritor para compartirlas con quien se dejara, buscando sumarnos creativamente a los esfuerzos del Programa Nacional de Salas de Lectura. A ella le debo esta y otras estrategias que hoy comparto, tal como lo planeamos alguna vez.


Este ejercicio fue el pretexto para contar tres cuentos a más de sesenta alumnos y alumnas de 4to grado de la escuela primaria José Emilio Grajales. Antes de eso hicimos magia, jugamos con nuestros nombres y leímos un fragmento del "cuento de amor y amistad" de Luis María Pescetti. Los chicos que se animaron a leer en voz alta tuvieron problemas con la lectura. Se les "saltaban" las líneas, se les "desaparecían" letras o palabras.


Saltarse líneas o brincarse letras no es otra cosa que la falta de acompañamiento lector, tanto en la escuela como en la casa. Los niños quedaron contentos con las historias contadas y más de uno dijo que le gustaría escuchar más cuentos. ¿Y si antes de comenzar la primera clase del día, les leemos un cuento? ¿Y si ellos siguen la lectura con la mirada, las pausas y entonaciones del texto? 


Una historia diaria sería la mejor receta para mejorar la lectura en voz alta. Pablo Boullosa, en el libro "El corazón es un resorte", menciona que la herramienta básica es la lengua materna. Con nuestra lengua comenzamos a ser nosotros mismos, nos proporciona autonomía, nos permite transitar de la inocencia a la madurez y del placer (el paraíso) al conocimiento. 


Aprendemos a hablar, a decir palabras, a estructurar oraciones y demás vericuetos, antes de aprender a escribirlas. Dice Boullosa que escuchamos para entender a los demás y hablamos para que los demás nos entiendan. Lo mejor de hoy lo dijo una niña que opinó sobre su visita a la Casa de las Artes Corazón Borraz: "Lo que más me gustó fue convivir con mis amigos".



Los niños y las niñas de la escuela José Emilio Grajales se fueron con varias historias en sus cabezas y en sus corazones, no sólo las contadas en la pequeña sala de lectura, sino también con las historias enmascaradas, las biografias personales y el reconocimiento de sus emociones. Es real que pasamos gran parte de nuestro tiempo inmersos en historias, propias o ajenas.


Somos más "bichos" narrativos que "bichos" racionales. Acá les cuento -de volada- sobre una querida amiga a la que llamaré "C". Ella enfrenta sus problemas con soluciones racionales, algorítmicas. Es decir, a cada situación le construye una serie de pasos (método) para resolverlas, queriendo anticiparse a no sé qué. Imagino lleva una estadística de los resultados... ya le preguntaré.



Y no es que su "método" ande mal, al contrario, lo que sucede es que lo aplica para todo. Ha dejado de ver, confiando en ese algoritmo personalísimo que no siempre funciona. Y es que a veces debemos de buscar soluciones heurísticas, es decir: más creativas. Y esa creatividad va de la mano de la imaginación. No cabe duda de que "somos animales del lenguaje, somos criaturas que sueñan" (Salman Rushdie).


Volviendo a la mañana de hoy, las niños y los niñas se fueron bastante contentos, con dos y hasta tres revistas en las manos. El firme deseo de quienes colaboramos con mi querido amigo Ramón Preocupón, es de que esas lecturas las compartan con sus hermanos y con sus padres. También que se intercambien entre ellos no sólo las revistas sino también las historias que encuentren en ellas. 


Emilia Ferreiro apunta en el libro "Pasado y presente de los verbos leer y escribir", que los problemas de la alfabetización comenzaron cuando se "decidió" que escribir no era una profesión, sino una obligación, y que leer no era una marca de sabiduría sino una marca de ciudadanía. Es innegable que los libros necesitan lectores (libros - lectores - escritores).


Las preguntas que ahora estamos considerando con mi querida colega Julissa Palma, son las planteadas por un gran lector y escritor, el músico mexicano Carlos Prieto, en su enorme libro titulado: "Cinco mil años de palabras". Las interrogantes son las siguientes: ¿Cómo salimos del silencio? ¿Cuándo empezamos a hablar? ¿Por qué creamos un vocabulario? ¿Por qué pronunciamos palabras?


Leemos con todo el cuerpo, con todos los sentidos. Leemos para ser dueños de nuestra voz, para servirnos de la escritura, para comprender emocionándonos pero también informándonos; para intuir pero también para construir ideas. Ojalá que estos meses de acompañamiento en la casa de las Artes Corazón Borraz, con niños y niñas de distintas escuelas, estén formando lectores capaces de escribir.


He divagado bastante, lo sé, pero no lo pude evitar. Las fotos son cortesía de mi querido amigo Ramón Preocupón y de YoMeroMaromero. Hasta entonces... por mejores lectores y escritores.









2 comentarios:

  1. felicidades por esta iniciativa tan creativa de promoción y animación de la lectura en las escuelas, siempre los alumnos alcentro del quehacer pedagógico. las estrategias de cuentacuentos, salas de lectura y otras mas han dado buenos resultados para despertar el interés por leer, acercar a la lectura a los niños no es tarea fácil pero con la ludificación de contenidos se aprende leyendo, hablando, jugando y cantado con las palabras, cuentos, lecturas etc.
    ojala y podamos establecer contacto para empezar en las escuelas primarias de esta zona un trabajo parecido al que describen.
    felicidades.

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