sábado, 25 de marzo de 2017

EL HARAGÁN RAMÍREZ EN LA TELESECUNDARIA 263

El día viernes 24 de marzo me preparé para visitar la escuela telesecundaria Dr. Manuel Velasco Suárez. ¿La razón? Hacerle el quite al buen Fercho, que por sus múltiples responsabilidades se le hacía imposible asistir. El panorama era el siguiente: Una actividad de promoción de lectura y escritura para 150 alumnos, con un taller efímero que lograra la magia que pensamos existe (quienes nos dedicamos al fomento), ganando de entre los asistentes algún lectoescritor.

Decidí invitar al Haragán Ramírez, para que asistiera y llevara a buen puerto este compromiso de mi compa. A las ocho de la mañana el Haragán Ramírez esperaba puntual a quien lo llevaría a la escuela antes referida. No es habitual ver a un enmascarado a esas horas de la mañana, y menos con la legendaria tapa del Blú (Blue Demon), una de las muchas máscaras del Haragán, que es tan su nombre, que no se ha tomado la molestia de diseñar su propia máscara.


Sonó mi celular, contesté. Era la profesora "C1" diciendo que no podrían ir por el invitado (el Haragán) porque estaban muy ocupados, y me pedían tomara un taxi y que allá se lo reembolsarían. Además, advirtió debía de revisar veintitantos poemas y escucharlos leer. Colgué, le comenté la situación al luchador, quien me dijo que una hora antes había comprado un medicamento y se había quedado sin dinero... no quería exponerse a una situación incómoda que lo llevara a pagar el traslado con un par de patadas a la Filomena o la Noria, llaves inventadas por el Murciélago Velázquez, y que después enseñara al Blú, y que según el dicho del Haragán, el mismísimo Blú en persona le enseñó a él. Y de lo segundo, que solo disponía de media hora y no podría quedarse a leer y a escuchar, que no era grosería ni mucho menos, y que en otra ocasión con mucho gusto, y bla bla blá.


Iba a decir que cancelábamos su participación, cuando el teléfono volvió a sonar. Era la profesora "C2", quien me dijo ya venía en camino para trasladar al Haragán hasta la escuela, previo itacate chiapaneco, por si no había desayunado. El luchador agradeció el gesto pero me dijo solo deseaba llegar al pancracio, contar su experiencia lectora, algunas historias y un par de ejercicios para divertirse y aprender.

La profesora "C2" llegó en pocos minutos. Bajó de prisa, y nos advirtió que el asiento del copiloto estaba mojado, cosa que constaté al poner mi mano sobre el tapiz. Me dijo:"...aprovechando el rojo del semáforo, bebí un poco de agua. De pronto se puso la luz verde, comenzaron a pitar, apurándome. Según yo tapé el bote pero no, al arrancar se derramó el agua... me da pena que se siente usted y se moje. ¿No tiene inconveniente en ir sentado atrás? Dije que yo no iría, sino el enmascarado, y señalé hasta donde estaba el Haragán, quien se encontraba posando junto a varios curiosos que querían una foto con él.

A partir de acá les contaré de lo que me contó el Haragán, porque yo no asistí. En realidad le pedí algo más fácil, que me escribiera una carta como si fuera para un amigo que habita en la lejanía:


"Tuxtla Gutiérrez, Chiapas; 24 de marzo de 2017

Estimado Hugo:

Espero te encuentres gozando de buena salud y mejor ánimo en compañía de tus familiares y amigos, allá donde te encuentras...en la lejanía.

Ayer me sucedieron varias cosas inesperadas. Una maestra de quien he olvidado el nombre, llegó por mí para ir a una escuela telesecundaria, al norte de la ciudad. Después de esperar a que terminara de tomarme fotos con algunos de mis admiradores, de firmar autógrafos, y de escuchar lances imposibles de detener a causa de mi personalidad avasallante (papasote... apachurro... a cuánto el costalazo), como tú bien sabes, me abrió la portezuela del asiento trasero del coche. Yo me saqué de onda, pero me dije: es un trato especial porque soy el Haragán Ramírez y de seguro la he intimidado, o tal vez sentado en el asiento del copiloto le provoque algún deseo fuera de lugar, y no me extraña, porque soy imponente, modestia aparte.


Mientras la maestra me contaba de cómo enseña ella a sus alumnos, yo aprovechaba para saludar a mis admiradores, quienes desde sus respectivos vehículos me lanzaban miradas de curiosa admiración, las mismas vistas aquella memorable tarde en el Coliseo Roma, cuando resistí todo el arsenal de llaves que el Turipache Asesino me aplicó, sin piedad. Pero me estoy desviando del tema. Te contaba que durante el trayecto repartí saludos a diestra y siniestra, y posé para algunas cámaras de teléfonos móviles, que desde los coches destellaban una y otra vez.

Llegamos a la escuela donde me vería con 150 chamacos, pero resultó  que eran más de 500 adolescentes reunidos, un ejército parecido al que enfrenté en aquella cinta épica, donde daba un salto cuántico por una fisura espacio temporal desde el ring hasta un enorme valle, y un tal Rodrigo Díaz de Vivar me palmeaba la espalda y me decía: Haragán, monta a Babieca, el corcel más valiente que la caballería tenga en memoria. ¡Qué película! ¿La recuerdas? Es una pena que nunca se estrenara. Quizá fue el título El Haragán Ramírez y el Cid Campeador contra la U.R.S.S., si le hubieran puesto contra Los Musulmanes, hoy sería un éxito.


Te decía, me llevaron hasta donde un enorme presidium y me presentaron con tu nombre. Quise aclarar el asunto pero la maestra de ceremonias era necia. Y Hugo Montaño para acá... y Hugo Montaño para allá... y yo desesperado, haciendo señas para corregirla sin lograrlo. Por algún extraño sortilegio, la conductora tuvo el atino de presentarme. "...cedo los micrófonos (yo le vi solo uno en la mano) al Haragán Ramírez, para que nos cuente..." Me dije a mi mismo: ¡Que los cuente el inegi, son muchísimos!... ¿Y los demás micrófonos? Luego pensé que quizá colocarían más para una rueda de prensa espontánea, igual a la de aquella tarde de noviembre, después de un mano a mano contra el "Mil Cáscaras", a quien despojé de su máscara, llevándome la sorpresa de que llevaba otra más abajo (y tiene muchas más, una debajo de la otra, como si fuera una cebolla), y fue entonces cuando anuncié mi retiro de los cuadriláteros. Esa tarde llovió toda la noche... ¿Lo recuerdas, Montaño?


Cuando comencé a hablar, los chicos me escuchaban atentísimos. me movía de acá para allá y me seguían con la mirada. Sin más les conté de cómo me había iniciado en la lectura, en la secundaria precisamente, aunque no me gustaba mucho, me gustaban más los porrazos y las machincuepas, volar desde la tercera cuerda, dar topes igual al "Rayo de Jalisco", o ensartar dolorosas "lanzas" a lo "Perro Aguayo". Y sí, me confesé Rudo. Después les hablé de las lecturas y de los personajes que vivían dentro de mí, de que yo tenía muchas vidas y les fui relatando algunas de ellas, que salieron de Crónica de una muerte anunciada, Metamorfosis, El diario de Ana Frank, Benzulul y La Odisea.


Les hice también un poco de magia con un libro que tomé prestado de tu librero, querido amigo Hugo (si no lo sabías acá te entero, jejeje) Hicimos magia, y debiste de ver sus caritas de sorpresa, con la chispa del asombro en sus miradas, esa chispa que solo he visto cuando luchaba en el Coliseo Roma, y pequeños y grandes se admiraban de mis lances tan exquisitos... modestia aparte... claro está.

Después de algunas pequeñas dinámicas sobre cultura general, me despedí porque solo tenía media hora disponible, ya sabes, mi agenda está saturada, y casi no acostumbro salir enmascarado, y tú mejor que nadie sabe, querido amigo, que me debo a la gente, la misma que me detiene en la calle y me dice que el bonito autógrafo... y que la bonita foto... y que cuándo vuelves al pancracio... y que si los exóticos de verdad son mampos o solo es choro... y que si la lucha es de verdad o pura pantomima... y que ven, que acá cerca hay un botanero... y que está duro el calor... y que quítate la máscara, acá en corto, que nosotros te hacemos casita, y... así.


La maestra que me llevó, rauda me regresó hasta tu oficina, donde te busqué sin éxito. Lo que si me hallé fue a más admiradoras y admiradores y otra vez que qué está haciendo por acá, mi Haragán, que cuándo publicaré mis memorias, después gritos a lo lejos de mujeres: Hazme la quebradora... quiero la Hurracarrana, que enséñame el Monstruo de las dos Espaldas... que el Salto de la Campamocha... y así. Te adjuntaré algunas fotos de la actividad y otras de algunos fans, que dicho sea de paso, son rete a todo dar.

Me despido de vos, querido amigo, esperando haberte ayudado en esta actividad a la que a mi casi me provoca azúcar. Me debes un caldo tlalpeño, sólo avisa cuándo para no ir enmascarado y no despertar ninguna pasión fuera de lugar... y porque no me gusta el caldo con popote.

Quien te quiere un chorro y dos montones, tu ídolo (lo soy, Montaño, no te hagas)

El Haragán Ramírez".


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