miércoles, 4 de mayo de 2016

Fray Víctor María Flores y las letras con alas...


El día de hoy 04 de mayo atendí la invitación hecha por la oficina de fomento de la lectura, para visitar el jardín de niños Fray Víctor María Flores, en el mero centro de la ciudad capital: Tuxtla de los conejos.


Agudos especialistas discuten en las redes cuál es la mejor manera de acercar la lectura, por ejemplo, a las escuelas (al barrio, los parques, centros deportivos, atrios, plazuelas, oficinas, entre otros sitios que a usted se le ocurran). Hay bastante literatura al respecto tanto en Salas de Lectura, como ediciones alternas. Son temas que están en constante movimiento y siempre habrá un recurso distinto que surgirá de donde menos lo esperas.


Se discute qué otras cosas se pueden hacer, más allá de disfrazarse, exponer un cuento en lugar de contarlo, actuando más para sí mismos que para el posible lector. Parece que sucede más el rollo del entretenimiento, del "pasar" el tiempo que la razón o el motivo del acompañamiento de la lectura en los diferentes espacios donde ésto suceda.


Muchos dicen: Hago ésto o lo otro... yo sí motivo a la reflexión cuando hago trabajo de promoción lectora... yo no me disfrazo ni hago payasadas... yo sí sé cómo hacerlo... nosotros sabemos la manera correcta... Y bueno, yo no dudo que así sea, pero no veo acompañando a los comentarios, esas nuevas maneras que reorienten el trabajo de otros mediadores, para beneficio de la persona más importante: el lectoescritor.


Existen los que saltamos al ruedo porque nos gusta, porque sabemos que la lectura no es sólo eso, sino que hemos experimentado la posibilidad de ver nuestro entorno de una manera más crítica, con alternativas que nos liberen del trance hipnótico que ha hecho indiferente a un gran porcentaje de la sociedad mexicana. Leer nos lleva a conocer más allá de lo que otros dicen, líderes de opinión tendenciosos, manipuladores, infames personajes que no solo habitan en la política, sino en otras áreas de liderazgo, que tienen en la sociedad terreno fértil por ser gente sin capacidad crítica.


Ir más allá del simple ejercicio de contar un cuento (que no es poca cosa) es el reto. No es igual una escuela privada que una pública, del nivel que sea. Insisto en hacer la analogía siguiente: Los Hijos son el reflejo de sus Padres, así como los Alumnos son el reflejo de sus Maestros. Puedo citar varios ejemplos, como el vivido en una escuela de educación superior, a donde me invitaban para "sensibilizar" a los alumnos, porque eran reacios a la lectura de cuentos, poemas, novelas, etcétera. El tono de la persona era de denuncia, de queja por la desidia de los muchachos.


Acepté ir a charlar con los más de doscientos alumnos, pero con la condición de que antes me permitieran charlar con la plantilla docente. Aceptaron. Tuvimos un encuentro clásico: yo el maestro y ellos los alumnos. Como me imaginé, de los cuarenta profesores, la mitad "medio leía" libros que no estuvieran dentro del plan de estudios del ciclo escolar. El resto ni eso. En general, la problemática era la siguiente: pérdida de la pasión por enseñar, por innovar, por hacer dinámicas sus clases, por predicar con el ejemplo. ¿Cómo quiero que mi alumno lea, si yo no leo?


Dice Efraín Huerta: El que esté libre de influencias, que arroje la primer metáfora. Los niños de preescolar cantan con una pasión inusitada el himno nacional. Lo sienten, lo creen, se lo apropian. Y en ese mismo instante en que se enchina la piel al ver las ganas con que lo hacen, están los padres que acompañan los honores a la bandera, balbuceando el himno, en voz casi nula. Sin pasión. De los maestros ni se diga.


Hoy los niños tocaron, saciaron su curiosidad natural, preguntaron lo que se les ocurrió. Opinaron y compartieron su personalidad con nosotros, mientras las maestras, amenazantes, los apartaban del kamishibai y de las revistas. Los niños son respetuosos si los orientas, y son los mejores conversadores que un adulto pueda hallar. Son lectores naturales, curiosos, y les gusta mucho ser parte de lo narrado, ser parte de la diversión, no sólo el sujeto al que se le quiere divertir.

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