"V" (mujer de ojos grandes) me dice que no mintió, que no miente y que no mentirá jamás. Me digo a mí mismo: "¡Esta mujer es una santa!" Yo estoy entrampado en Mentirilandia, de hecho estoy entrampado en los treinta y nueve cuentos de Etgar, de los cuales me han marcado de manera definitiva una decena. Es inevitable encontrarme en los personajes de Keret. Soy el hombre abandonado que desayuna solo todas las mañanas, saludablemente, hasta que decide ser lo que otros buscan. También soy aquel que tiene los ojos cerrados, viviendo otra vida en esa otra realidad (las benditas otredades) donde ama a otra mujer, donde goza de verdad esa fuga, porque la real está rota ¿O es esa la ficción? Soy el vendedor de pólizas, el niño que repite "quiero quiero quiero quiero...", el suicida ausente, la última palabra pronunciada antes de morir, la guayaba que mira desde su rama el distante suelo que está a punto de enfermarlo de gravedad, al diminuto instante donde se fraccionará en lugar de reproducirse, el hombre negro en medio de blancos, o el hombre y la mujer con bombas como segunda piel, antes de inmolarse por distintos motivos.
¡Cuéntame un cuento! |
Pero Mentirilandia es mi favorita. Antes de este hallazgo platicaba con mi buen amigo y compadre Aarón sobre los cuentos que nunca trascienden (incluídos los propios). Sobre libros extraviados en los estantes, y que al reencontrarlos después de algunos años, recordamos las portadas, inclusive llegamos a veces a conocer al autor o autores, pero al intentar recordar alguno de los textos contenidos en X o Y edición, no viene nada a nuestra memoria. Eso es triste, es casi para contarlo (a lo Etgar, que aprovecho para decir, son cuentos casi inolvidables). No resistí hacer mi encuesta "montañowsky": ¿Recuerdas cuál fue la primer mentira que dijiste? ¿Cuándo fue la última vez que mentiste? Hay de mentiras a mentiras, aunque "V" discrepa e insiste en que no hay mentiras grandes o chicas. Yo discrepo de ella, que discrepa. La verdad es que hay mentiras terribles, y mentiras encantadoras. Pero imagina tú... ¡sí, tú!, que alguna (o muchas) de tus mentiras se aparecieran un día frente a ti, es decir, que tus mentiras se hicieran reales... verdaderas. A mí me está sucediendo. He abierto esa puerta sin quererlo. Es más, ahora mismo una de ellas se encuentra sentada a mi lado, acariciando mi soledad.
Etgar Keret |
Etgar Keret nació en Ramat Gan, Israel, el 20 de agosto de 1967. De raíces polacas, es el tercer hijo de unos padres sobrevivientes al holocausto. También es un escritor de cuentos cortos, guionista de televisión y director de cine israelí, considerado el máximo exponente de la narrativa moderna en hebreo, por su empleo del lenguaje corriente para contar historias donde la vida cotidiana, el humor negro, el surrealismo, lo grotesco y lo pueril forman parte de un mismo universo. Sus cuentos, consumidos masivamente en Israel por un público mayoritariamente adolescente, se han traducido a más de diez idiomas. En tanto, su carrera cinematográfica es muy promisoria. Es profesor en la Universidad Ben-Gurión del Néguev en Beerseba, y la Universidad de Tel Aviv. Vive en Tel Aviv con su esposa, Shira Geffen, y su hijo, Lev.
Dice la contraportada: De repente un toquido en la puerta hilvana un cúmulo de historias, personajes entrañables y situaciones hilarantes y al mismo tiempo desconcertantes que caracterizan a los breves pero contundentes relatos de Etgar Keret. Llenos de humor, tristeza, compasión, pero sobre todo de un gran sentido del absurdo de la vida, los cuentos que componen este libro, considerado su trabajo más maduro hasta ahora, han confirmado a su autor como uno de los escritores más originales de su generación. Un pez-genio capaz de conceder deseos, un agujero que conduce a una dimensión desconocida en la que podemos vivir con las mentiras que contamos, un hombre capaz de saber y decir por anticipado exactamente lo que uno dirá tres segundos después, uno más que de tan aburrido se sienta todos los días en un café y se hace pasar por alguien que no es, una malograda fiesta sorpresa a la que asisten tan solo tres personas que ni siquiera conocen bien al festejado, una empresa que vende buen clima todo el año, niños berrinchudos pero a la vez nobles y muy bien educados, hombres neuróticos, mujeres posesivas y solitarias, gente prejuiciosa, otros que sólo piensan en hacer dinero… toda una extraña pero muy familiar fauna a través de la cual el autor satisface los deseos no sólo de sus lectores sino incluso de sus mismos personajes, que en uno de sus cuentos, le piden a un tal Keret, a punta de pistola, que les cuente una buena historia, «no cualquier historia, sino una verdaderamente buena». Y cuando éste está a punto de hacerlo… alguien más da, de repente, un toquido en la puerta.
Otro motivo para ser amigo de tu amigo es tener un amigo en común. Así nos encontramos, el Montaño y yo, con el Keret se paseaba por nuestros ojos con sus cuentos. La primera vez que escuché su nombre fue cuando Benjamín Briseño narró El cerdito, en Radiombligo. Luego Montaño me regaló un librito de Keret, que alguien me hizo el favor de llevarse a su casa para siempre. Amigo Montaña, ya sabes quien te keret.
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