Después de un año de haber visitado el jardín de niños Josefa Ortíz de Domínguez, en Ciudad Maya, volví como a veces vuelven los adioses, dijera el poeta Durán. Debo reconocer que Ramón Martínez Mancilla, jefe de la oficina de fomento a la lectura y la escritura me sigue sorprendiendo de grata manera. También Estela, Elizabeth y Ervin, quienes a veces hasta los extraño, y no miento. Las fotos que ilustran esta entrada son cortesía de mi amigo Ramón y de mi amigo Toño.
Pero lo mejor vino cuando me dijeron que estaría de invitado Toño Quijote, tremendo promotor de lectura, quien me consta vive -que no actúa- cada momento que comparte con chicos y grandes a la hora de contar cuentos y cantar canciones propias, que son de una manufactura destacada. Estaba de lujo la alineación: Talleres a cargo de Estela, Elizabeth y yo mero maromero, y la parte artística a cargo de Toño.
Me dije: "Hugo, debes de compartirles a los chiquillos 'nubes' que decanten en historias bien locochonas". Además, pensaba contar la historia de Odiseo y su aventura vivida con el Cíclope Polifemo, y para terminar... (suena el mensajero del guasap) Era mi estimado amigo Ramón, quien me escribía para cambiar la pichada. ¿Cuál era? Cancelar mi taller y pedirme de favor lanzara la "haragaseñal" para que el enmascarado viajara con la comitiva, hiciera un poco de magia y compartiera su experiencia como lector.
Pero... este... las nubes... ya tengo el taller bien "craneado"...este... sí, claro, pero... el taller estará chido... sí, entiendo... el Haragán... sí, claro, estoy de acuerdo... sí, yo le digo... este, sí, claro, cuenta con eso... no, para nada, me parece perfecto... sí, no creo que tenga problema... sí, claro... este...sí...dalo por hecho...
A mi amigo Ramón no le discuto nada, lo juro. Confío en su "sexto sentido". Más de una vez me ha sorprendido (y él mismo se ha visto sorprendido) con cambios de último minuto que resultan infinitamente mejores que lo estimado en el plan original. ¿Y qué creen? Hoy no fue la excepción. pero demos forma a este recuento de felices hallazgos.
Le escribí al Haragán Ramírez, quien dijo me volvía a dejar su máscara, para que lo suplantara... que la última vez ni se había notado que no era él. Yo le dije que no, porque él es más delgado, y sabe de lucha, lecturas y magia, y yo no sé magia, tengo menos lecturas y no lucho ni en defensa propia. Él me dijo que me animara y yo fui tajante: NO. Creo el Haragán notó que está vez no me dejaría convencer, y terminó aceptando viajar hasta Ciudad Maya, con la condición de que YO escribiera la reseña de su participación en mi blog. Acepté, a sabiendas de que iría como mero espectador y reseñador.
Llegamos puntuales a la cita, donde ya nos esperaban los chiquillos con sus padres. de inmediato vi al equipo de la oficina de fomento organizarse, y en minutos ya estaba instalado el equipo de audio y los espectadores "espectantes", jejeje. Me acomodé en una esquina, buscando el mejor ángulo para ver al Haragán en acción, teniendo el gran honor de ser el telonero de Toño Quijote, un privilegio de pocos.
Luego de presentarse y contar de manera breve cómo había ido de la lucha a la lectura, decidió hablar de lo mágico que podía ser un libro. De hecho, dijo que los libros tenían magia, cosa que algunos niños apoyaron, y otros abuchearon igual a los abucheos que el Haragán escuchaba en la Arena Coliseo, cuando descuajaringaba a sus enemigos rapando cabezas y quitando máscaras a diestra y siniestra.
Sacó su bolsa mágica adornado por un conejo, que dicen los que saben, son los mejores amuletos cuando de hacer magia se trata. Enseñó el bolso y le pidió a Estela le ayudara a abrir la parte inferior para mostrar que no había nada. De hecho pasó su mano a través de él, y fue saludando de mano a varios de los asistentes. Acto seguido pidió a su bella asitente cerrara la parte inferior, y luego de que todos pronunciaran "abracadabra", le pidió a uno de los niños pasar y buscara en el bolso sí había aparecido algo.
Para sorpresa mía y de todos, el niño sacó un pequeño monedero. El Haragán agradeció al niño, después hizo pasar a otro niño, pero atrás del primer voluntario se pegaron dos más. El Haragán ni se inmutó. Abrió el monedero y sacó una varita mágica, que ante la mirada de sorpresa de los niños, multiplicó por tres. "¡Magia!", gritó el enmascarado. Los niños tomaron cada uno el suyo, y acto seguido el luchador venido a mago, sacó un libro mágico.
Le pidió a los asistentes dijeran al unísono "Abracadabra, Patas de Cabra!". Luego de algunos ensayos, la palabra mágica sonó parejita y el libro se abrió pero no tenía más que hojas en blanco. Con renovados bríos, los asistentes dijeron la palabra mágica, y de la nada aparecieron figuras de diferentes personajes. ¡Voalá! Estaba sucediendo. "¡Falta color!", gritó uno de los niños, entonces el haragán les pidió dijeran de nuevo la palabra mágica, y así, de la nada, las figuras aparecieron coloreadas para sorpresa de todos.
Anteriormente el Haragán me ha dicho que la verdadera magia se realiza y existe, aunque sea solo unos breves segundos, en la mirada de los niños, cuando sucede el acto mágico. "Hay una chispa, Montaño, una brevísima luz en cada mirada de asombro... es ahí cuando la magia se realiza plena, imparable. después viene la natural incredulidad y la petición de volver a ver la ilusión, porque quieren vivir de nuevo esa descarga de energía cuando se realiza la magia en ellos...lo juro, Montaño, no estoy desvariando".
Después de eso, y de demostrar que los libros tienen magia en cada uno de ellos, sacó un frasco donde estaba un dado, que enseñó a todos. Después, y guardando algunos segundos de suspenso que parecieron eternos, sacudió el frasco y el dado se multiplicó en otros dados más pequeños. Después, y para finalizar, sacó una pequeña tapa de color azul, y de un santiamén, desapareció cinco pesos que una mamá voluntariamente entregó al Haragán. Este, luego de desaparecer la moneda, comenzó a despedirse, pero estoy seguro le remordió la conciencia quedarse con esa moneda, y con otro pase mágico, la apareció de nuevo.
Por último, y me imagino para no quedarse con las ganas, dio lectura a un cuento de Luis María Pescetti, titulado "Un cuento de amor y amistad" (Nadie te Creería. Alfaguara. Libros del Rincón), una historia llena de caca, literalmente. Después el Haragán Ramírez presentó al cuenta canta cuentos Toño Quijote, que tiene un proyecto que con gran esmero ha construido al paso del tiempo, "Letras con Alas". Dicho proyecto ha recorrido la legua, me consta. Toño canto, contó y levantó a los adultos para divertirse juntos por casi una hora, que la verdad ni sentí, de lo divertido que estuvo.
Después de los merecidos aplausos, los pequeñines entraron a sus salones para divertirse con los talleres que Estela, Elizabeth, y una compañera del grupo Nambehé, compartieron con los alumnitos. Fui hasta donde el Haragán, quien conversaba con Toño y Ramón. Felicité a los tres y cuando creí había finalizado la actividad en el patio cívico, Ramón le dijo al Haragán: "Sería bueno platicar con los padres de familia sobre las bondades de la lectura y la escritura". El luchador dijo que para luego era tarde, y de volada comenzaron la charla improvisada.
Y es acá donde Ramón se agiganta. La charla dio comienzo con el Haragán y su experiencia como lector. Les hizo un par de preguntas que antes había leído de Antonio Malpica, donde reflexionaron sobre las bondades de predicar con el ejemplo. "Los niños de hoy necesitan padres de hoy", fue la sentencia, demoledora. Ahí pienso yo se comenzó a conjurar la magia. De a poco fuimos encontrando coincidencias, porque diferencias siempre habrán, y son necesarias para el equilibrio natural de las ideas.
Las madres nos confesaron que no eran grandes lectoras pero que no se negaban a leer. De hecho lo hacían si sus hijos se los pedían. Otras dijeron que gracias a la lectura de revistas sus hijos habían comenzado a leer "antes de tiempo". ¿Y cuando es el tiempo para leer? El Haragán aclaró que se lee todo, no solo con los ojos, sino con los demás sentidos. tacto, olfato, oído y gusto. Una de las mamás compartió que no leía pero que escribía. ¿Y qué escribía? Nada más y nada menos que un diario.
Ese diario era especial, porque era sobre su primer embarazo. Nos compartió que desde la noticia la emoción no había dejado de acompañarla. El diario fue registrando cada una de las etapas, de las sensaciones, de los gustos y sorpresas en el desarrollo de la gestación de un ser vivo dentro de ella, nada más y nada menos que su hijo, el amor más grande que dicen existe sobre el planeta Tierra. El clímax llegó cuando relató que escuchó el corazón de su bebé, pequeño de tamaño, pero tan potente con el estallido de un púlsar en el universo. Un sonido que llevaba en cada célula de su cuerpo.
Otras más dieron testimonio de su nula disciplina de la lectura, pero que si había que leer, preferían la poesía, otras la historia, otras los versos, otras las figuras, las ilustraciones o fotografías, otras más las revistas, y así, deseos que fueron cumplidos por la oficina de fomento, que llevaron un arsenal de publicaciones para obsequiar a los papás y a sus hijos. No tengo idea de cuántas publicaciones se obsequiaron esta mañana, pero rebasa las cien, de eso estoy cierto.
La charla espontanea con los padres dejó mucho de reflexión entre ellos, entre los compañeros de la oficina de fomento, y entre Toño Quijote y el haragán Ramírez (y a mí, claro está). También provocó compromisos igual de espontaneos, que iban desde leerle a sus hijos, hasta reforestar espacios que deberían de ser verdes, pero que hoy lucen peor que los paisajes descritos por Juan Rulfo, en Pedro Páramo. Ojalá y la oficina de fomento incluya las charlas con los padres en sus actividades permanentes. Yo lo alentaré, y estoy seguro el Haragán Ramírez lo hará también a la menor provocación.
¿Ven ahora por qué les digo que Ramón Martínez Mancilla es un gran "tiempista"? De no haber cancelado mi taller e invitado al Haragán Ramírez como telonero del grandioso Toño Quijote y sus Letras con Alas, no se hubieran dado las cosas como se dieron esta mañana. Fui el espectador más privilegiado de esta aventura de fomento a la lectura y la escritura.
No me queda más que agradecer al Haragán la oportunidad de aprender más de él (le he prometido leer más y practicar magia...y bajar de peso), a Estela, Elizabeth y Ervin por la amistad y la paciencia, porque debieron hacerse de goma para caber en la parte trasera del auto de Ramón. A Toño Quijote por su decencia y su amistad clara, y por los proyectos que podrían surgir de talleres (no sé si el Haragán haya hecho algún compromiso con él) y música chida para todo público.
Por mejores lectores...
Excelente, amigo, para mí es un honor y un placer promover la lectura junto a ustedes, Ramón y su equipo es de admirar, también una amistad muy chidita nos une y Kiara de Nambehé estuvo genial con su taller. Y claro, pronto haremos algo juntos con el Haragán Ramírez, pronto lo sabrán.
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