Dibujo del taller de Ramón Jamón |
En los días de calma, recuerda Octavio, la higuera era una petrificada carabela de jade, balanceándose imperceptiblemente, atada al muro negro, salpicado de verde por la marea de la primavera. Pero si soplaba el viento de marzo, se abría paso entre la luz y las nubes, hinchadas las verdes velas.
Carmen Leñero
Un cachito de "La Centenaria" |
El día de ayer jueves 6 de junio volvimos a la Casa de las Artes Corazón Borraz. Ya no sabemos a ciencia cierta si llegamos de visita, o si es ahí donde habitamos y el resto de la semana salimos a deambular, a sobrevivir en la ciudad hasta volver para rehacernos, para reinventarnos, dando color a nuestras palabras mientras descansamos los pasos.
No hallamos al niño Amado Nervo, pero nos reencontramos con el pequeño Octavio Paz, quien nos ayudó a dar la bienvenida a los más de setenta adolescentos y adolescentas de 1er y 2do grado de la Escuela Secundaria Técnica N° 2, mejor conocida como la Centenaria Prevo de Tuxtla. Saltar al vacío ha sido parte del éxito de nuestra empresa; la mañana de ayer no sería la excepción.
Nuestro querido amigo y coordinador Ramón Preocupón fue el encargado de darles la bienvenida, dando paso después a la compañera Liz para que activara a les muchaches con una dinámica por demás relajante... ¡Correr! Jejeje. Verlos tan dispuestos y divertidos fue la fórmula precisa para continuar con mi regreso a ser YoMeroMaromero (a veces Yo también me canso de ser Yo).
Ramón Jamón les habló del niño Octavio Paz, del amor que sentía por la sonoridad de las palabras, más que su significado: Creció en mi frente un árbol. / Creció hacia adentro. / Sus raíces son venas / nervios sus ramas, / sus confusos follajes pensamientos… Lejos estábamos de adivinar de los atribulados follajes de pensamientos habitando en los corazones de les muchaches de 3er grado.
Elaboraron la biografía de un villano acompañados de mi comadrita Teresita Periquita. Ella es el hallazgo más feliz en esta aventura de fomento lectoescritor, quien por fin encontró el hilo de la madeja, el "triki", realizando distintos pases mágicos para disfrute de los espectadores, sin revelar la verdad del truco, hasta volverles las miradas y las sonrisas de colores.
Antes de saltar al vacío, Teresita Periquita aprendió de muchos talleres y recorrió gran parte de la geografía chiapaneca, enseñando a otros muchas maneras de aprovechar el tiempo libre, sólo que sucedía algo de lo que ella no se daba cuenta. Cada vez que se marchaba de un lugar, junto con ella se iba la canción. Sabía la técnica pero desconocía la estrategia. ¡Hoy "canta" canciones de colores!
YoMeroMaromero estaba decidido a que los chicas y las chicos contaran historias a partir de nubes, sin embargo terminaron convenciéndome para que les hiciera magia con un libro, primero apareciendo personajes de la nada, luego colorearlos y después volverlos a desaparecer, compartiendo asombros. Ellos por el acto de aparecer y desaparecer, yo por verles la chispa de la sorpresa en sus miradas.
No sé por qué razón decidí romper la regla de oro escrita en el manual de "Tacticas y estrategias de magia para nombrar el mundo", libro exclusivo de taumaturgos y encantadores como YoMeroMaromero, revelando a les muchaches de tercero de secundaria el antiquísimo secreto de aparecer y desaparecer dibujos y colores.
La razón la supe después, al percatarme de que era la última vez que estarían juntos como grupo, como cuncas, como cómplices que durante tres años compartieron alegrías y tristezas, aventuras y desventuras, amores y desamores. Recordé la época cuando firmamos los uniformes de los amigos que terminábamos nuestro ciclo en la secundaria. ¡Se nos acababa el mundo!
¿Qué sería de nosotros sin el recreo, sin los desayunos en manada, sin el relajo a media clase, sin el "burro al hoyo" y sin las queridas presencias? ¿A dónde nos llevaría la vida? Recuerdo esa época cuando nos abrazábamos fuerte, en un sincero plan de prometernos todo. Así estaban los chicas y las chicos de tercero de secundaria, emocionados.
Quizá fue por eso que cuando llegaron al taller de Ramón Jamón y se dibujaron a sí mismos, se visualizaron nostálgicos, de espalda con la mirada perdida en el horizonte iluminado con los colores propios del otoño. Quizá más de uno se puso filosófico y se preguntó para qué, para que la vida... por qué, por qué la vida. Quizá por eso estaban dispuestos a jugar junto con nosotros.
También hubo tiempo para descubrir formas ocultas dentro de otras formas, al interior de la geometría de los adioses caleidoscópicos, multiformes, guiados por las hábiles manos de mi querido amigo Pancracio. Con suerte alguno de ellos construirá después un caleidoscopio de cartoncillo para contener los recuerdos de la secundaria, junto a sus mejores amigos.
A final de cuentas ser feliz es la cresta de la ola (benditas metáforas) y nosotros íbamos junto con ellos rumbo a la cima, encantados. Antes de eso dio tiempo para expresarse corporalmente con el joven "Falco", al ritmo del desenfado para terminar sentados sobre el pasto del jardín de la casa. Qué mejor escenario para una pre-despedida en manada, alrededor del desayuno.
Volvieron para terminar la jornada disfrutando de la proyección de tres cortometrajes sobre libros e historias. Mientras miraban se iban juntando cual miembros de una tribu, congregados junto al fuego. ¿Qué le entendieron? Preguntó uno de nuestros compañeros, el más nuevo de los aprendices. La pregunta era ¿Les gustó? De todas maneras sobraban las interrogantes.
La primera pregunta, ingenua, fue el pretexto ideal para decirnos lo mucho que disfrutaron estar juntos esa mañana, más al saber que no volverían a la Casa de las Artes Corazón Borraz, al menos no como alumnos de tercero de secundaria... así... juntos. Después hablaron otros, emotivos, agradeciendo la oportunidad de jugar de nuevo, por última vez, ocasión irrepetible como miembros de la Centenaria Prevo.
Sonaron voces que por momentos parecían quebrarse para abrirle paso al llanto. Se contuvieron, heróicos, igual que nosotros los que habitamos / visitamos la casa (ahora) de don Corazón Borraz. Recordé a Vicente Hidobro, a las Violondrinas y los Goloncelos en Altazor (benditas analogías), y me imaginé el último día de clases, la firma de los uniformes, las fotos, la nostalgia.
A veces nos da por cavilar, por reflexionar con preocupación e insistencia... de forma profunda y minuciosa sobre la buena idea que resulta seguir contando con la querida presencia de los niñas y las niños de Tuxtla Gutiérrez. A veces nos sentimos islas en un lago (benditas metáforas) pero al finalizar el día salimos llenos de energía... al menos YoMeroMaromero sí.
Larga vida a la Centenaria Prevo, a la Casa de las Artes Corazón Borraz, a mis amigos de aventuras y saltos al vacío, al chicharrón con salsa verde y las tortillas calientes. A las risas y los asombros atrapados desde hace casi cuatro meses entre las paredes. A los gritos y la alegría desbordadas, a las historias que nunca dejan de contarse por primera vez, aunque sean las mismas pero distintas.
Desde acá saludo a mis amigos de la Escuela Secundaria Ricardo Flores Magón, en la Rivera San José Terán. Ustedes saben quienes son. Agradezco también a mis amigos y compañeros de "salto" los últimos cuatro meses. No se desanimen, aún sigue siendo una buena idea lo que hacemos. Ya lo dijo (y bien) el poeta náhuatl Ayocuan:
"Nada quedará de mi cuando me vaya / cuando me marche a la región del misterio / al menos flor / al menos canto".
Las fotografías que acompañan esta entrada fueron cortesía de Ramón, Liz y de la producción del blog... Por mejores lectores y escritores.
Los que llegan... |
Los que se van... |
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