A principios del año de 2016 la Universidad Descartes me invitó a un coloquio literario. En su momento le pregunté a Rox cuál era la dinámica. Ella me pidió que hablara sobre Biliyin y sobre mi experiencia con la lectura y la escritura. Luego pregunté si debía llevar cuentos para leer, pero dijo: “No”, que solo con mi presencia era suficiente porque había otros dos invitados, sería cosa de charlar algunos minutos.
Esa tarde llegué a la hora indicada, con un café en la mano y el programa del coloquio en la otra. Entré a la sala que se encontraba casi llena. Localicé a Rox, nos saludamos y señaló el lugar que me correspondía en la mesa. Llegaron los otros dos invitados, conocidos míos, con sendas carpetas y libros. Yo, café en mano, miré a Rox, quien al ver mi cara de tapir acorralado, me dijo: “Tranquilo, tú puedes. Habla de biliyin y de … bla bla blá…”. Apenas la escuchaba, entretenido conmigo mismo, buscando qué decir. Esa tarde libré el compromiso saltando al vacío, y Rox (imagino contenta), profetizó: “El próximo año vendrás de nuevo al coloquio…pero solo”.
A finales del mes de enero del 2017 la profecía comenzó a cumplirse. Cuatro muchachos me citaron para una entrevista por demás divertida. Ahí me entregaron un documento invitándome para el día miércoles ocho de enero a las cinco de la tarde, en la sala Descartes, al coloquio literario 2017. Pregunté a Rox si llevaba algo para leer, pero me dijo: “No”. Ni insistí. Ahora estoy decidido a recorrer el mismo camino del año anterior, ir a la misma cafetería, llegar al lugar indicado para el coloquio, pedir un programa de mano y buscar a Rox. ¿Cábala? Quizá, aunque más bien es una cuestión circular, de reinvención. Salto al vacío.
También para esta oportunidad quisiera hablar un poco sobre Leer y Escribir. Para tal fin realicé la mundialmente desconocida “Encuesta Montañowsky”. Pregunté a varios conocidos y afectos, qué características tiene para ellos una lectora o lector promedio de libros, destacando las siguientes respuestas: su seguridad al hablar, su buena ortografía, buena conversación, observadoras, curiosas, que no temen escribir y que cuentan con una imaginación desbordada, que siempre cargan un libro entre sus cosas, que regalan libros, que se saborean ejemplares en ferias del libro y en librerías, entre otras cosas. ¿Y los que no leen? Todas la anteriores pero en sentido contrario.
En la encuesta me centré en la “lectura de libros”, pero si se tratara de “leer para la vida” ¿Qué características debería tener? Quien haya ideado realizar un viaje hacia el pasado para materializar nuestros recuerdos, hizo algo genial. ¿De qué hablo? De recordar las películas, la música, las revistas, los libros, los programas de televisión y de radio, etcétera, que significaron o significan algo en nuestra vida, y que se han quedado hasta hoy. Recuerdos que nos habitan en mayor o menor medida. En lo personal fue complicado resumir en siete minutos y medio, más de cuarenta años de mis recuerdos. Gracias a la magia de la Internet logré encontrar imágenes que me significaron algo, tantas, que tenía material para una película de más de media hora.
Cada uno debería de hacer el ejercicio de recordar qué revistas leía, qué programas de televisión miraba, qué música escuchaba, qué películas prefería. Quizá hoy elegiría mejor qué cosas ver y escuchar. Quizá fuera más lector y más escritor de lo que es ahora. Y volviendo al tema de leer para la vida, quizá logremos comprender que no existen lectores “tipo” o “modelo”, ni para buscarlos ni para construirlos. La lectura y la escritura suceden a cada instante y de muchas maneras. Por lo tanto, en el ejercicio de buscar lectores en las escuelas (y escritores), se debe de trabajar con rangos más amplios e incluyentes.
Por lo pronto me preparo para levantar los pasos hallados de la edición anterior, café en mano, con la ilusión de saltar al vacío, de compartir con los muchachos del coloquio… Por mejores charlas…
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