Volvimos a la Casa de las Artes y la Cultura el día de ayer jueves, cuatro de abril. Desde el amanecer se sentía el aire distinto, el sol cálido y los ánimos serenos. Asistimos más compañeros de lo habitual, de distintas áreas del Consejo pero con un propósito en común: hacer de ese día algo memorable.
Saltamos al vacío porque del grueso de compañeros, pocos habían trabajado antes con personas de la tercera edad. Se desarrollaron varias estrategias para dar lo mejor de nosotros a los abuelitos de la Casa Geriátrica del ISSSTECH, armando un programa artístico que dio inicio con los cuentos del Kamishibai (ooohhh).
Escucharon atentos las aventuras del ingenioso hidalgo Don Quijote de La Mancha en su aventura contra los molinos de viento. ¡Qué alegría la mía! Los abuelitos escucharon, rieron, acompañaron a Sancho y al caballero de la triste figura y fueron testigos de la valentía de este último, que con la adarga bajo el brazo acometió contra los gigantes en un acto de gran valentía.
También les conté de "Nadie", el valeroso rey que había llegado de "Ninguna parte" hasta la cueva del cíclope, hijo de Poseidón, el dios que agitó el mar de una manera demencial, en escarmiento a los soldados por haber destrozado el ojo de aquel gigante fantástico de nombre Polifemo. ¡Qué alegría la mía! Contando cuentos a los abuelitos, quienes terminaron con sus corazones contentos.
Después llegó la música de ayer, hoy y siempre, a cargo de la Marimba Claro de Luna. ¡Que no, pué! Más de uno se meneó galán desde su lugar y un par de ellas no resistió las ganas, levantándose a bailar con bastante enjundia. ¡Qué alegría la nuestra! ¡Qué alegría la de ellos!
Después siguió la lectura de un fragmento de El laberinto de la soledad, por parte de mi querido amigo Ramón Jamón, dando paso después a cuatro parejas de danzón, que hicieron una demostración de ese baile tan del agrado de los abuelitos. Las parejas forman parte de los talleres de danzón que se realiza en este mismo espacio.
Cerró la tanda nuestro querido amigo Jesús Matatena con un repertorio de boleros que logró hacer cantar a coro a varios de ellos, y los más osados, a levantarse para tomar el micrófono y compartirnos su alegría, cantando junto al imberbe trovador que se llenó de gusto, igual que todos los que fuimos testigos.
La Marimba Claro de Luna dio el remate genial con una tanda de piezas para bailar, que hicieron de la sala otrora testigo de actos solemnes, diplomáticos y formatoidosos, la pista más alegre de esa mañana de abril, redondeando lo que desde muy temprano ya se anunciaba, discreto: que los chiapanecos somos de una alegría irremediable.
Los abuelos son nuestros, eso lo sabemos quienes vivimos en esta tierra. Me lo corroboraron mis compañeros al atender a cada uno de ellos respetuosos, acomedidos, prestos, educados y alegres. Más de uno coincidimos en unir nuestra voluntades para atenderlos y hacer de esa mañana algo agradable para ellos y también para nosotros.
Dice un viejo y conocido refrán que debes de tratar a los demás como quisieras que te trataran a ti. Esa mañana los compañeros sirvieron sin problema alguno a los demás, colaboraron entre ellos olvidando por un momento de qué "área" era cada uno. Eso es lo que vi, si no es cierto diré que fingieron muy bien y que lograron engañarme, pero estoy seguro de que fue verdadero.
Los abuelitos dieron una lección a los más de uno ahí presentes. Por lo menos a mí sí, porque hicieron de nuestro quehacer algo que a veces dejamos de lado: el servir al otro (bendita otredad), el saber que en nuestro trabajo la persona más importante es el público, de la edad que sea, y no los burócratas.
No hubo diferencia de las otras veces al finalizar mi intervención, porque terminé igual de contento y animado que con los niñas y las niños que jueves a jueves me hallo, nos hallamos, en la vieja nueva casa. Estoy seguro de que mis compañeros y colegas terminaron igual que yo, con una sonrisa de satisfacción.
No sé decirles más, aunque quisiera, porque estoy empeñado en hablar desde la construcción y no desde la destrucción. Las fotos fueron cortesía de Ramón Preocupón (al que verán bailando alegre en una de las escenas) y de mi compadre Aarón (que no bailó, aunque ganas no le faltaban).
Gracias también a todos mis demás compañeros y amigos del Consejo, que esa mañana llegaron para ayudar a que el inicio de abril sea una metáfora llena de sonrisas iguales a paisajes. Ojalá sea siempre así desde ahora (porque nadie es nadie solo) Por mejores edades.
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