Después de una pausa involuntaria, quienes acompañamos las actividades artísticas desde el Consejo de Cultura regresamos gustosos a la Casa de las Artes y la Cultura, para saltar nuevamente al vacío junto con los estudiantas y las estudiantos de la Primaria Niño Artillero.
Nunca cruzó por mi cabeza quién nos esperaba en la Casa el día de hoy, nada más y nada menos que el mismísimo ¡Octavio Paz! ¡Cuántas preguntas tenían los niños para él! "¿Te gustaba subirte a los árboles?" "¿Comías muchos dulces?" "¿Sabías silbar como un pájaro?" "¿Era difícil escribir poemas?" "¿Te dolió cuando te moriste?"
"El árbol habla" es la exposición con la que Octavio Paz nos escucha y nos contesta desde hoy, divertido, cual si fuera un pájaro, una flecha posada sobre una rama. Ramón Jamón fue el encargado de la inmersión guiando a los chicos por el mar de las metáforas convocadas, hasta llegar a la copa del árbol.
En esta quinta vuelta los espacios imaginantes volvieron con su elasticidad acostumbrada y nos llevaron a ver volar pajaritos de papel, a reencontrarnos en el rostro de otros y el nuestro, a biografiarnos, a emocionarnos con libros mágicos donde aparecían y desaparecían personajes con sólo desearlo, acompañados por el niño que fue Octavio Paz.
Gigantes golosos de carne humana, aventureros con el caudal de pasiones humanas aglutinadas en sus corazones, caballos extravagantes y burros voladores y cotometrajes alucinados. ¿Qué se guarda? ¿Qué se esconde detrás del niño que fuimos? Cuentos de amor y amistad con una palabra PROHIBIDA, que sólo quienes nos acompañan se enteran.
Bien lo dijo nuestro querido y respetado amigo Irael, de que mientras crecemos, el niño que fuimos se va agazapando (quién sabe dónde) hasta extraviarse mientras el adulto invasor gobierna y se reprime, se cohibe, se anula y se censura. "Ya estoy grande para gritar cuando me emociono"... "Ya estoy grande para reirme cuando tengo ganas"... "para treparme a los árboles... para volar".
Eso y más sucedió hoy, que nos reímos, nos burlamos de nosotros, rimamos, cabalgamos, nos asombramos, animamos hasta el vuelo una hoja de papel, dibujamos al más divertido de los villanos, y nos contamos cuentos de miedo, cantando junto con mi querido tocayo Toño Quijote, el más rifado mientras el niño Octavio Paz lo miraba de costado, muerto de la risa.
A todos y cada uno gracias de nuevo, que nos permitimos volver y acompañar a los niñas y las niños hasta la Casa de las Artes y la Cultura para compartirnos, para ofrecer un abanico de posibilidades para que cada uno tome lo que mejor le plazca, el miligramo prodigioso que los inicie o los confirme lectores de imágenes, de voces y de historias.
Agradezco a Octavio Paz los asombros. Agradezco también por las fotos proporcionadas a mis amigos Aarón Botellón, Teresita Periquita y Ramón Preocupón. Con gusto se las compartimos y les decimos que el próximo jueves volveremos... como a veces vuelven los adioses.
Hasta la próxima, por mejores lectores y escritores... siempre.
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