lunes, 11 de septiembre de 2017

"A esa gran velocidad" / Ciudad de México / 7 y 8 de septiembre.

Foto: Roberto

Para mi tocayo Toño, por mejores rumbos.


La Tierra rota a mil setecientos kilómetros por hora sobre su eje. Sí, rota de rotar, y rota de rotura. De esta última palabra se decantan sinónimos de andrajosa, harapienta, derrotada. En suma, la Tierra está derrotada… rota, y se defiende… y tiembla… O sucede lo que antes me contó Yucundo (Uberto Santos), de que la madre Tierra, entre el sueño y la vigilia, cambia de posición porque también se cansa y entonces se mueve, y nosotros con ella, y se vuelve a dormir. Algún día despertará por completo, pero esa es otra historia.

Foto: Toño
El pasado miércoles me embarqué junto a mi tocayo Toño Quijote en un viaje que parecía imposible, hasta la gran Tenochtitlan. Arriba del camión, a pocos kilómetros de la ruta, vimos al chofer manejar con prisa, haciendo imprudencias a la hora de rebasar. “A esa gran velocidad, un impacto sería fatal”, sonó en mi cabeza. La rola del Haragán me acompañó de ida y vuelta.

Foto: Toño
Del parque de La Soledad caminamos hasta la Alameda Central, que cuenta con los jardines más antiguos de la ciudad (1592), los cuales disfrutamos en nuestra ruta. Luego de confirmar reservaciones, fuimos a la Biblioteca Vasconcelos, la cual conoceríamos por primera vez. La encontramos enorme, tanto,que no le hallamos la entrada. Chiapanecos pata de chucho, decidimos buscarle. Vimos un estacionamiento con un letrero naranja que decía ENTRADA, pero como nosotros no teníamos coche, la descartamos.

Foto: Toño
Caminamos sobre una acera interminable. Antes de llegar a la esquina vimos un portón, pero cerrado. Estábamos por llegar al mítico Chopo, y de la entrada ni una luz, solo decenas de afiches del Haragán y Compañía en los muros del edificio. “Es una premonición”, le dije a mi tocayo. Decidimos levantar nuestros pasos hasta hallar la entrada, del lado contrario.

Foto: Toño
Instalados en el espacio asignado para las charlas y talleres, Carola preguntó a los asistentes si ya conocíamos la biblioteca, o si era nuestra primera vez, y qué opinión nos merecía. Los compañeros elogiaron el acervo, los espacios temáticos, la funcionalidad, los muchos pisos de libros, el diseño, entre otras linduras. Mi tocayo y yo nos mirábamos, achiapanecados, pensando “¿qué pictes vamo’a decir, si solo conocemos el muro, los afiches y las enredaderas?”.

Foto: Toño
Las charlas y los talleres de ese jueves estuvieron a todo dar. Carola y su generosidad; Juan Joaquín y los palabrarismos; Apolonio, un micro universo iluminado; Mora, el emocionario  y las prisas. “La Vasconcelos”, en mi experiencia, reducida a un pequeño espacio con un breve jardín, y los baños. Lo demás un paisaje surrealista, elevadores y libros, muchos libros, y fotos con caras y extremidades entumecidas.

Foto: Toño
Por la noche, de regreso al hotel, justo en la esquina de la Delegación Cuauhtémoc topé con una pequeña columna de cemento. Hice el intento por no caer, pero un calambre en la parte anterior del muslo me paralizó, y la gravedad hizo el resto. Técnicamente soy el dueño de esa esquina, y a mi tocayo le pertenece una parte proporcional, por ser mi compañero de taller y mi amigo. (Toño Quijote y Hugo Panza)

Foto: Toño
En mi cabeza rebotaba el estribillo del Haragán “A esa gran velocidad…” Me sacudí el susto de la ropa mientras pasaba el calambre. Obvié que la Tierra rota (use el significado que guste) y atrae cuerpos, los que sean y como sean. No presté atención a las señales, y decidimos ir a cenar tacos cerca de Bellas Artes. Una penúltima señal sucedió al momento de pagar, cuando de la nada y en un acto mágico digno de René Lavand, se mezclaron billetes, cambios y propinas, agigantando la sentencia de que “dos más dos, siguen siendo cinco”.

Foto: Toño
Dicen que se originó mar adentro… que en Pijijiápan… que en Huixtla… que desde el cielo. En minutos se transvergaron las palabras temblor, sismo y terremoto. A la distancia mi tierruca parecía vivir los últimos minutos de vida, a merced de algún jinete del Apocalipsis. Presas inundando ciudades enteras, terremotos marcianos, una avalancha de desinformación en tuiter, guasap y feisbuc… y culpables, muchos culpables.

Foto: Toño
El viernes, con desvelos acumulados, cumplimos la segunda tanda del curso-taller en “La Vasconcelos”. De nuevo la generosidad de Carola y el intercambio de asombros con Rafael, quien de golpe nos devolvió hasta Chiapas. “Ya vamos de vuelta”, pensamos. “A las siete estamos regresando”, dijimos. Pero no. Las señales habían sido claras. Habríamos de vivir el destino intestino de un regreso a casa, tan necesario. La salida de las siete de la noche fue pospuesta para las once, que después se transformó en la una de la madrugada, saliendo desde Puebla, y no de la Ciudad de México.

Foto: Toño
Por mi parte guardo el recuerdo de compañeros con quienes crucé algunas palabras. Gabo, Paola, Perla, Teresita, Cinthya, las compañeras de Campeche, los de Oaxaca, de Mérida, de Nayarit, los de Baja California. En suma, de todos, silentes o hablantes. Y no. No conozco “La Vasconcelos” (¿Vas con celos?).

Foto: Roberto
Lo mejor lo dijo Paola, refiriéndose al estremecimiento de la Tierra la noche anterior. “Duró lo que dura una canción”. Sí, le dije. Tienes razón… La canción que sigue rebotando en mi cabeza, el soundtrack de nuestro viaje: “A esa gran velocidad”.

Foto: Roberto

7 comentarios:

  1. Eso es todo master, bien dijiste que la rolita tenía su significado, jejeje. Y ahora, la experiencia de esos días, habrá que resignificarla. Quedó chido el texto!

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    1. Gracias tocayo! Grandes son las enseñanzas y emocionantes las espectativas. Resignificaremos.

      Abrazos.

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  3. Fue toda una experiencia para nosotros provincianos desconocedores de multitudes y terremotos. Además con tu caída demostraste una agilidad proverbial. Saludos, compa. Nos volveremos a encontrar.

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    1. "Un hombre que cae está enfermo de gravedad", dice mi querido poeta Eduardo Hidalgo.

      Abrazos desde acá hasta allá, donde vos, por mejores vidas!

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  4. El hombre es grande conforme va creciendo hacia adelante, buscando en el horizonte y por eso, no deja de crecer.
    Que bien que sigas creciendo Hugo.
    Te envidio, sanamente, pero te envidio.

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    1. No solo sigo creciendo, mi estimado Alex, sino ensanchando, jajaja.

      Abrazos!

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