sábado, 8 de abril de 2017

¡MAGIA!

El pasado 06 y 07 de abril fueron días especiales para mí. Tuve el privilegio de conocer a la escritora Ana Clavel, a la crítica literaria Luzma Becerra. También saludé a mi querido amigo Jorge Escobar, a mi admirado Zopilote, a Jesús Matatena, Alejandro, Ramón Mancilla y Teresita Jiménez. Por si aún faltara algo, tuve el gusto de cerrar estos días privilegiados para mí, asistiendo al palomazo que El Haragán Ramírez se aventó en la Sala Infantil de la Biblioteca Pública Central, en el Centro Cultural de Chiapas "Jaime Sabines". Un cierre de campeonato antes de vacaciones.



Esta vez les relataré mi experiencia acompañando al Haragán Ramírez a una de sus luchas. A pesar de hacerle honor a su nombre, llegó puntual a mi trabajo para partir de ahí al CCCJS. Al subirnos al transporte público fue inevitable que los demás pasajeros voltearan a ver al Haragán, quien venía además con una playera vistosa, simulando la máscara azul que tanta curiosidad despertaba. Señoras, señores, chavos y chavas miraban al luchador, que distraía la vista por la ventanilla del transporte. Imagino sentía las miradas porque a ratos volteaba y entonces quienes lo miraban, dejaban de hacerlo respetuosos. Apenas el Haragán se distraía, las miradas regresaban. ¿Qué estaba sucediendo? Curiosidad pura, un enmascarado sigue siendo un mito genial.


Llegamos al centro cultural, y el Haragán me pidió le acompañara a comprar una botella de agua, y unos dulces. En el camino a la tienda, la gente lo veía y algunos hasta lo saludaron "¡Ese mi azul!"... "¡Ahí va el demonio!" Chocó la palma de su manaza con una pareja de novios que lo observaban, admirados. Yo detras de él, siendo testigo, feliz de acompañar a un mito. En la tienda todos voltearon a verlo, solo unos segundos, después continuaron sus compras. "Montaño, lo que vas a ver no se lo digas a nadie, ya sabes cómo son los colegas de cábulas". Le dije que no tuviera cuidado, aunque la verdad ni sabía de qué estaba hablando. Salimos de la tienda directo al escenario. En el camino lo vi sacar la botella de agua. ¿Cómo beberá si tiene la máscara? ¿Se la quitará? Fue entonces cuando apareció de entre sus manos... ¡un popote! Entonces entendí.


¿Y qué vas a hacer hoy, Haragán? Le pregunté al enmascarado. Se volteó a verme sin dejar el popote, se encogió de hombros y siguió caminando. En la sala infantil nos encontramos con Ramón y Jesús Matatena. El Haragán, de pie a un costado del teatrino, se veía bastante grande. Saludaba a algunos niños que estaban en la ludoteca, y les decía cómo se debía de posar para las cámaras. ¡Uf!, de eso El Haragán sabe bastante. En corto nos contó que después de retirarse del pancracio, aprovecho su talento fotogénico para incluir libros en sus poses. Le volví a preguntar qué iba a hacer antes de que comenzara La varita Mágica, función de títeres. Volvió a encogerse de hombros y se metió un dulce a la boca. Anunciaron la primera llamada y El Haragán, bien, gracias. Foto acá, foto allá. Sonó la segunda llamada, fui hasta donde el enmascarado y le volví a preguntar qué iba a hacer, y se volvió a encoger de hombros. Antes de la tercer llamada se fue al frente del escenario. Al pasar por mi lugar, me dijo: "Montaño, ya sé lo qué voy a hacer". Con la mirada curiosa y las cejas levantadas, pregunté qué haría. Él, muy propio, contestó con voz seria: "Magia".


La sala se fue llenando de niños y adultos, y a las seis y minutos anunciaron al Haragán. Yo, sentado a un costado veía la mirada de los chicos, atentos a los movimientos del luchador que agradecía la invitación y contaba de cuando había dejado la lucha para acercarse a una biblioteca. ¿Y la magia? Pensé. El enmascarado hablaba y hablaba, de pronto dijo. "Haré magia". Sacó un teléfono que enseñó al público, luego lo metió a su bolsa izquierda, y después de unos pases mágico, ayudado por el "abracadabra" del público, lo desapareció, para reaparecerlo en el bolsillo derecho de su pantalón. Después con otros pases y la palabra mágica de rigor, regresó el teléfono al bolsillo izquierdo, en un acto digno del mítico tesoro al final del arcoiris. Uno de los niños protestó: "¡No hizo magia!". Otro dijo: "¡Hizo trampa!" El Haragán se revolvía dentro de sí como león enjaulado. Por menos que eso, el Haragán había descuajaringado a una docena de luchadores. "¡No eres un mago, eres un mentiroso!", dijo un niño aguerrido y escéptico al mil por ciento. El Haragán estaba a punto de saltarle encima pero se contuvo. Algo era verdad: no es mago, solo haragán.


El enmascarado retó al niño escéptico sacando de quién sabe dónde un paquete de cartas, lo enseñó al niño y al público, y les dijo que iba a desaparecer una carta. Colocó el paquete en la enorme palma de su mano, y en un pase mágico que solo vio él, porque nosotros no alcanzamos a ver, dijo que había desaparecido la baraja. Luego pidió una varita mágica y se la puso en la mano al niño, y juntos comenzaron a caminar entre el público, dejando que la varita hiciera su trabajo mágico hallando la carta. Y así se pasearon por varios lugares, y sí, querido lector, sucedió lo que ya esperábamos: la carta desapareció, de tal manera, que no la halló ni la mismísima varita mágica.


El niño estaba desencantado, algo que imagino al Haragán no le gusta que suceda, porque algo tiene claro también: los niños son primero. Entonces se puso serio, le pidió regresar al frente del escenario, y ahora sí, con calma y enseñando a todos la carta en un pase mágico digno de dos tesoros del Rey Salomón, desapareció la carta frente a todos. El "oooh" de admiración no se hizo esperar. Juntos el enmascarado y el niño escéptico sujetaron la varita mágica y por un extraño sortilegio la ésta apuntó a un nido, a un costado del público, y sí, la carta (un rey de corazones rojo) apareció mágicamente.


El niño estaba confundido, y es normal porque eso sucede cada vez que la magia es verdadera. Y sin decir palabra alguna fue a enseñarle la carta mágica a su mamá. El Haragán, más animado, presentó la obra de la varita mágica con un libro mágico, por supuesto, logrando sacar a los personajes de él y llevarlos al teatrino. No me pregunten cómo lo hizo, porque ni él mismo lo sabe.



A punto de despedirse y dar paso a la obra de títeres, apareció una liga común y corriente y con un pase mágico digno de tres tesoros de piratas antiguos, cambió de lugar la liga entre sus dedos en una fracción de segundos. Fui testigo de cómo la liga cambiaba de arriba hacia abajo de manera mágica. Luego desapareció un pedazo de plástico de la palma de su mano, igual de rápido. Después de eso el Haragán se despidió, creo yo, bastante satisfecho de haber llevado un poco de magia esa tarde. Yo me preguntaba, ¿y este haragán de dónde aprendió magia?


Mientras la obra de títeres La Varita Mágica tenía encantado a pequeños y grandes, aproveché para preguntarle al Haragán de dónde había salido mago. Él volteó a verme, se encogió de hombros y se metió otro dulce a la boca. Algo era cierto, lo vi desparecer una carta, un plástico, y cambiar de lugar una liga, en fracción de segundos. El cierre de estos dos días estaba siendo mágico, literalmente.


Al finalizar la obra, se regalaron libros para los niños, y revistas para los adultos, patrocinados por la oficina de fomento a la lectura, a cargo de Ramón, generoso a más no poder. Iba a despedirme del Haragán y de los demás compañeros, cuando pidieron tomarse una foto grupal, y sí, adivinaron, hasta allá llegó el Haragán Ramírez para posar en lo que mejor le sale.


Acá las fotos, que de alguna manera hacen constar la presencia de este enmascarado que de seguro volvería a su casa así, enmascarado, saludando a cuantos se le atraviesan y fotografiándose a diestra y siniestra. Por supuesto que pedí una fotografía junto a él, pero por alguna extraña razón no se registró en mi teléfono, así que para la próxima llevaré una cámara profesional.


Más de uno me ha confundido con él, así que me atreví a fotografiarlo de bien cerca, cosa que no le hizo mucha gracia, pero ahí está. Si logra usted adivinar quién es, me avisa.

Felices vacaciones...por mejores lectores y escritores.

5 comentarios:

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  2. Como ya es habitual, nuestro Haragán favorito hace de las suyas. Y tu pluma de las tuyas. Te envío un abrazo a ti al Haragán.

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    1. Saludos desde acá hasta allá, Trismegisto! Por mejores luchas!

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  3. El Haragán vs El Niño Escéptico
    ¡Me encantó!

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