martes, 6 de marzo de 2018

¡Basta de Cuentos! / El Haragán Ramírez / C.E.B.E.CH. / 05 de marzo



Mientras que los lunes son una tortura para el ciudadano común (adultos atribulados por el inicio de la semana, que promete ser igual o peor que la anterior), para otros es la posibilidad de comenzar jugando y riendo, y por qué no, aprendiendo o reafirmando cosas que son posibilidades imaginantes dentro de la escuela..


La profesoras  Blanca Ruth y Gloria, en complicidad con mis compañeros Ramón, Hervin y Teresita, de la Oficina de Fomento a la Lectura y la Escritura de la Biblioteca Pública Central del Estado de Chiapas, programaron una semana de actividades de fomento lector en el CEBECH, con chicos de primaria. Lo anterior con el afán de consolidar un proyecto iniciado en marzo del 2017.


Me tocaba abrir plaza de nuevo, en lunes, a las ocho de la mañana, con chic@s de cuarto grado de primaria. Tres salones en total, que juntos suman casi ciento cincuenta almas. Yo, que soy parte de los que cargan el inicio de semana cual si fuera la piedra de Sísifo, recurrí a mi buen amigo y compañero El Haragán Ramírez, a quien debo reconocerle no llevar en el nombre la penitencia. No es haragán, es incomprendido: no más.


Me contaron mis amigos de la oficina de fomento que El Haragán andaba de divo. No quiso ninguna atención especial, solo dar comienzo a la aventura de enfrentarse a una caída, sin límite de textos, en el Pancracio (mejor conocido como El Queso) esa mañana de intenso calor, que promete una primavera tuxtleca de pronóstico reservado..


El Haragán llevó una tanda de pases mágicos y experimentos igual de alucinados, para estimular senderos imaginantes entre las chicos y los chicas presentes, intercambiando asombros de uno y otro lado. Tuvo un contratiempo con la creación de una nube, se le rompió el aparato mi-me-ti-za-dooorrr... que alimentaba a la nonata nube.


Hizo dos trucos de magia que yo no sé de dónde los sacó (les digo que de haragán solo tiene el nombre) que fue del gusto -dicen- de la mayoría, aunque no faltó en el graderío voces de "¡No es magia!"... "Yo sé cómo lo hace"... "¡Otra vez, que no lo vimos!"... "¡Buuuu!" "¡Arriba los rudooosss!" A lo que El Haragán reviró con un par de recetas para que ellos también pudieran hacer magia en sus casas.


La receta en cuestión fue para hacer volar un "cohetito" y un "cohetote". Estas recetas sí las conozco, porque he acompañado al Haragán en otras ocasiones, y le he comentado que el éxito o el fracaso a la hora de ejecutar dichos experimentos, depende de la altura, la temperatura del agua, la calidad de los carburantes y un poco de suerte. Por fortuna, parece que todos esos factores resultaron combinarse para bien.


El "cohetito" voló de maravilla, gracias a dos carburantes fáciles de adquirir: agua, pastilla efervescente, un botecito con tapa a presión (de rollo fotográfico o de pastillas) y una lanzadera (espacio suficiente para que el "cohetito" pueda despegar a sus anchas. La navecita después de unos segundos de verdadero suspenso, se elevo vertiginoso hasta casi alcanzar el techo metálico del lugar.


Después tocó el turno al "cohetote", que por ser de dimensiones gigantescas, requirió de otra receta para integrar sus carburantes, con elementos igualmente fáciles de adquirir: vinagre, bicarbonato, papel de servilleta, un corcho, un bote de plástico de un litro o más de capacidad y una lanzadera (el Haragán usó un vaso desechable de conocida tienda que ha infestado la ciudad).


El "cohetote" volo tres veces, y las tres veces rebotó en la lámina que cubre El Queso, con estruendoso ruido. No sé si dañó la estructura o las luminarias, y en caso de que así haya sido, al Haragán le espera una factura por pagar.



Finalizó su intervención con la lectura de dos cuentos, uno ya conocido de Luis María Pescetti, y otro de un libro de Francisco Hinojosa, del cual El Haragán les dijo a tod@s que estaba prohibido para ellos, porque es un manual para corregir a niños malcriados.


Después les pidió imaginar un binomio a lo Rodari, con la combinación de un animal y un objeto o cosa. Les puso de ejemplo el Lápiz - Ratón, enseñado por Ramón Iván Suárez Caamal, que permite asociar y combinar a manera de metáforas, elementos disímbolos. Y para tal fin les pidió dibujaran un Cocodrilo - Escalera (haga el suyo, anímese).


Los dibujos se los quedó El Haragán Ramírez, espero me los entregue pronto. Pienso publicarlos en una entrada especial de los productos generados por las niños y los niñas, junto con el de los maestras y las maestros. Estoy seguro de que les sorprenderá.


Al final el vanidoso del Haragán se puso a firmar autógrafos a diestra y siniestra. Imagino estuvo feliz de la vida, sobre todo porque casi no lo invito a compartir conmigo estos acompañamientos lectoescritores, y cada vez que sucede, se pasa de lanza firmando y posando aquí y allá.


Se acerca una convocatoria para los chicas y las chicos del CEBECH, de cuentos cortos. Será de tema libre, y que mejor posibilidad para que se ejerciten en el noble arte de la imaginación. Las maestras Gloria y Blanca Ruth verán, en algunos años, que esta labor en apariencia árida, rendirá sus frutos.


 A nombre del Haragán Ramírez y mío, les agradecemos (a todos los involucrados) esta aventura de inicio de año con los niñas y las niños, que son el verdadero motivo del porqué estamos de necios haciendo lo que hacemos.


 Las fotos fueron una cortesía de la maestra Blanca Ruth y de la compañera Teresita, quienes hacen puntualmente el registro, cada vez que una aventura de este calibre sucede frente a ellos. También les dejo al final de las fotos un vídeo, para que vean la potencia del "cohetote", y digan junto con nosotros "¡¡¡¡Oooohhhhhhh!!!!"... por mejores lectores y escritores.





















1 comentario:

  1. No escuches al Haragán
    Ni de Ramírez hagas caso
    O acabarás orangután
    Tu vida será un fracaso


    No hice caso de la gente
    ¡Y heme aquí inteligente
    Orangután soy un poco
    Grande el corazón y fino el coco

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