
¿Existen derechos para quien lee? Y si hay derechos, ¿Existen obligaciones? Sí a lo uno y a lo otro, con el detalle que los derechos son muchos pero la obligación una: No burlarse de quien no lee... respetar su decisión. Ya lo dice, y muy bien, Gabriel Zaid: ¿Qué demonios importa si uno es culto, está al día o ha leído todos los libros? Lo que importa es cómo se anda, cómo se ve, cómo se actúa, después de leer. Si la calle y las nubes y la existencia de los otros tienen algo que decirnos. Si leer nos hace físicamente más reales.

Un querido amigo, una tarde de inicios del siglo XXI, se planó en el Congreso de la Unión, para exigir que un libro fuera incluído en la canasta básica de los mexicanos. Que se buscara un precio único para el libro, fuere el que fuere. Defendió cada idea con vehemencia, y llegó a sonar en el ambiente un silencio casi absoluto. Él ya está muerto, y las ideas vertidas ese día en el congreso aun son eso: ideas, las mismas que el mismo congreso buscaba colgarle un impuesto, quedando en resumidas cuentas, de la siguiente manera: Si tenías una idea para una obra literaria, del género que fuese, debías pagar un impuesto... un impuesto por pensar. ¿Ridículo? Sí. ¿Posible? También.

Viene una nueva presentación, por invitación expresa de la Secretaría de Educación, ya les contaré en una próxima entrada.
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