Nuestro querido maestro y amigo Ramón Martínez Mancilla nos invitó (a Toño Quijote y a YoMeromaromero) a platicar y realizar fomento lectoescritor con alumnos de la Escuela Normal del Estado. Mi tocayo y yo aceptamos, gustosos, porque somos de esos chiapanecos que saltan al vacío a la menor provocación. Nos gusta cazar lectores apoyados en estrategias donde se involucran el juego y el buen humor.
Después del generoso saludo de nuestro amigo Ramón Preocupón, abrí plaza con un ejercicio de palabras encadenadas apelando al capital cultural de los participantes y su conocimiento de palabras. Sucedió lo que esperaba: estaban "agarrotados". Pasamos después a una ronda de promoción de los títulos de la colección Vientos del Pueblo, donde cada uno de ellos se recomienda lecturas elegidas a golpe de vista, obras que, hasta esa mañana, desconocían.
Hablamos de la importancia de la lectura y de la escritura, que es un derecho de todos, también de la importancia de las bibliotecas no sólo como espacios para realizar tareas escolares, sino también para reunirse, para conocer sobre temas de interés general, para debatir ideas. En suma, para arriesgar el/su/nuestro capital cultural que nos permita construir líneas propias de pensamiento.
No es un secreto que los maestros son la primera "línea de fuego" en esto del fomento a la lectura y la escritura, sobre todo los alumnas y las alumnos de escuelas normalistas, quienes en un futuro se incorporarán a las aulas de educación preescolar, primaria y secundaria. Por esa razón deben de contar en su formación profesional con estrategias de fomento a la lectura y la escritura. Esto ya sucede en otros estados.
El acceso a la lectura y la escritura es un derecho de todos, aunque esto no siempre fue así. Sin embargo aún existe (en un amplio sector) la idea de que la lectura y la escritura es exclusiva de unos cuantos, de los que tienen dinero para comprar los libros. Pero no sólo existen las librerías, están también las bibliotecas públicas y las escolares. Recuerden que además de la lectura escolar "obligatoria", existe la lectura voluntaria.
¿Y cómo se lee por voluntad? Hay los que tienen una inclinación natural a la literatura, avanzando después hacia procesos más complejos hasta ser un profesional de la literatura. Existen otros que no tienen esos alcances pero son lectores potenciales, gente que estudia cualquier otra profesión ajena a la literatura pero que abonará a través de la lectura voluntaria a su capital cultural. No es lo mismo "estudiar literatura" que tener una "educación literaria"
¿De qué estoy hablando? Sin buscarle "ruido al chicharrón" (benditas metáforas), digo que existen personas que tienen una "educación literaria" pero no se especializan o son profesionales de la literatura. De la misma manera existen quienes tienen una "educación musical" pero no estudian música, ni saben "tocar" instrumentos musicales. Así también la "educación gastronómica", la "educación fotográfica" (la educación artística).
¿Cómo ganar lectores y escritores que no tienen inclinación "natural" a la lectura? Si lo hacemos "enseñando literatura" sin tener una educación literaria previa, es muy probable que se fracase (aunque existen excepciones). La educación literaria parte de la lectura voluntaria, de la influencia de terceros, de las elecciones personales, de la asistencia a círculos de lectura, a talleres literarios, acercándose a los libros.
Para demostrar que todos tenemos la inclinación natural por contar historias, hicimos el ejercicio de las nubes, partiendo de figuras al azar que luego conviven en una historia perfilada por la misma "naturaleza" de las figuras, inventando voces y situaciones que terminan casi siempre con desenlaces felices o afortunados. Y eso es posible gracias a la imaginación. ¿Por qué? ¡Porque estamos hechos de historias!
Después apareció mi tocayo Toño Quijote y... mejor que él nos cuente: Fui invitado por mi amigo y gran promotor de lectura, Ramón Martínez Mancilla, a dar una charla y a realizar actividades de capacitación para promover los hábitos de lectura y la escritura por placer. En esta ocasión con alumn@s de 4o semestre de la Escuela Normal del Estado, turno vespertino.
Como siempre me la pasé genial. Hice mi perfo Decostruyendo a Shakespeare, donde l@s estudiantes me ayudaron a contar, ya que mi personaje "no habla muy bien" que digamos. De esta manera, apoyándome con un libro álbum, adaptación de dicho clásico, entre todos narramos la historia.
Posteriormente tuvimos una charla acerca de ciertos vicios y errores que el sistema educativo ha tenido, y tiene, en cuanto a la promoción del hábito lector dentro del aula, en todos los niveles. Hicimos también una actividad donde nos quedó claro que tod@s sabemos contar historias, que todos tenemos el don de la oralidad, simplemente hay que descubrirlo, fortalecerlo y practicarlo.
Al final canté mi hit "El desdedado" y nos destornillamos de risa mientras jugamos con las palabras, con el ritmo y lo trabalenguoso de la canción. ¿Ya les dije que soy fan de mi tocayo Toño? Pues lo soy. Aún tenemos la deuda de armar algo juntos, con un poquito de rock por allá y otro poquito de letras acullá y, si son con alas, mucho mejor, jejeje.
Al día siguiente saltamos de nuevo al vacío, pero esta vez acompañados de dos amigos milenarios: Aarón y José Luis. Ellos y YoMeroMaromero planeamos leer para los compañeras y las compañeros el cuento No oyes ladrar los perros, de Juan Rulfo, historia que forma parte del libro El llano en llamas (es innegable el cúmulo de sonidos en Rulfo, ya lo escribió y bien el músico Julio Estrada).
¿La apuesta de ese salto al vacío? Ganar lectores. Escribimos el título de la historia en el pizarrón, preguntamos qué les decía la frase y varios de ellos expresaron distintas ideas sobre ladridos y perros, destacando la referencia a la conocida frase, "los perros ladran porque cabalgamos"... pero de Rulfo y del Llano en llamas, ni "J". Por supuesto que no es malo ni tampoco un defecto desconocer no sólo la historia, sino al autor. La oportunidad era inmejorable.
Pedimos cerraran los ojos y "leyeran con los oídos". Aarón, José Luis y YoMeromaromero leímos el cuento. Después hicimos la pregunta del millón: "¿Les gustó?" La mayoría dijo que sí. Lo que siguió después fue una serie de reflexiones sobre la historia, sobre Ignacio, sobre el padre, la gente del pueblo, la luna y el río, sobre nostalgias y posteriores analogías con situaciones de la vida real.
Después de ese primer acercamiento, sin preguntas complicadas, les entregamos el cuento impreso. Acto seguido Ramón Preocupón pidió a tres voluntarios para una segunda lectura. A diferencia de la primera, contábamos ahora con más referencias. Se hizo una lectura acompañada y al finalizar, descubrimos que el mismo texto nos arrojaba otras referencias no vistas en el ejercicio inicial. ¡Hasta de capar cochis hablamos!
Hablamos también del año en que fue publicado el cuento, del mundo rural y urbano, de presidentes militares y presidentes abogados, de dinero, de historias similares y de lo que les había provocado, después del acercamiento primero. Era casi seguro de que podíamos estar ahí horas y horas, sin agotar el tema, hablando de las distintas conexiones establecidas, después de compartir nuestro capital cultural.
Sin temor a equivocarme, ganamos más de un lector, pero sobre todo trajimos de vuelta a nuestra memoria cultural, a uno de los escritores más importantes de habla hispana, que tiene bien ganado su lugar en la historia del mundo y que, alguna vez, visitó Tuxtla Gutiérrez. En lo particular me sentí bien al corroborar lo dicho líneas arriba, no es lo mismo tener estudios de literatura que educación literaria.
Cerramos la jornada con dos ejercicios de escritura, retándolos a escribir una frase con determinado número de letras. Después los invitamos a jugar Mondongo, donde aprendimos riendo (o reímos aprendiendo) de nuestras fallas ortográficas y de nuestra falta de atención a la hora de escribir (también de pretextos contra argumentos). Por supuesto que a los ganadores de los distintos retos se les obsequiaron libros, además de revistas de literatura e historia.
Se me olvidaba, nos contamos dos historias con el Kamishibai (ooohhh), La aventura de Don Quijote de La Mancha y su batalla contra los molinos de viento (linda metáfora la de luchar contra molinos de viento), y uno de los capítulos de La Odisea, donde se canta el encuentro de Ulíses y el Cíclope. El primero lo conté YoMeroMaromero, el segundo se lo contaron ellos mismos con sólo ver las ilustraciones. Prometimos vernos pronto para compartirnos historias.
En unas semanas nos hallaremos con otra treintena de estudiantes normalistas, situación que nos tiene bastante emocionados, porque reinaugura este servicio de fomento a la lectura y la escritura en la Biblioteca Pública Central éste 2020, lo que se suma a la Estrategia Nacional de Lectura y a las demás actividades articuladas por el Consejo Estatal de Fomento a la Lectura y la Creación Literaria de Chiapas.
Las fotos son cortesía de Hervín Merolek, de Ramón Preocupón y de Hugo Montaña... Por mejores lectores y escritores....